XacopediaVoto de Santiago

se conoce así al tributo que durante parte de la Edad Media y hasta principios del siglo XIX debieron pagar a la Iglesia compostelana diversos territorios peninsulares. Se consideraba una compensación por los servicios prestados por el Apóstol durante la Reconquista. La mítica batalla de Clavijo, La Rioja, en la que Santiago se apareció a lomos de su caballo blanco en medio de la contienda para acudir en ayuda de las huestes cristianas y favorecer su victoria sobre los sarracenos es el motivo esgrimido para el posible origen del Voto. La concesión del rey Mauregato (783-788) al emir de Córdoba Abderramán I (756-788) del tributo de cien doncellas dio lugar a que Abderramán II (822-852), aprovechando la debilidad del rey Ramiro I (842-850), le reclamase ese pago que había sido suspendido por otros monarcas.

Ante la negativa de Ramiro I a satisfacerlo, se habría producido el enfrentamiento en Clavijo. Después de vencer en la batalla con la ayuda del Apóstol, el rey instituyó, el 25 de mayo de 834, en Calahorra, el Voto de Santiago. El supuesto documento donde se recoge este privilegio es considerado falso por muchos historiadores. Afirman que fue falsificado por Pedro Marcio, canónigo compostelano, en el siglo XII. También es muy cuestionada la existencia de la batalla de Clavijo.

El Chronicon Mundi, de Lucas de Tui, de finales del siglo XII, utiliza como fuente el documento que recoge el privilegio del rey Ramiro I por el cual se establece el Voto de Santiago, y así debe hacerlo también la Primera Crónica General de Alfonso X el Sabio (1252-1284), que relata los hechos de una forma casi idéntica.

En el citado privilegio, que partiría de la pluma de Marcio, se dice: “Yo, el rey Ramiro, y la mujer que Dios me dio, la reina Urraca, con nuestro hijo el rey Ordoño y mi hermano el rey García, encomendamos a la fidelidad de la escritura la ofrenda que hicimos al muy glorioso Apóstol de Dios, Santiago, con la conformidad de los arzobispos, obispos, abades y de nuestros príncipes y de todos los cristianos de España, para que, acaso por ignorancia de nuestros sucesores, no traten de deshacer lo por nosotros hecho, sino que, acordándose de nuestra obra, se muevan a imitarla”.

Después de contar la causa de la batalla, “darles cada año cien doncellas de extraordinaria hermosura, cincuenta de la nobleza española y cincuenta del estado llano”, el privilegio afirma que Santiago se le apareció al rey en sueños la víspera del enfrentamiento de Clavijo para anunciarle que intervendría a favor de su ejército: “Una vez allí y apelotonados en un peñasco, pasamos casi toda la noche entre sollozos y plegarias, ignorando completamente qué habíamos de hacer al siguiente día […]. Y estando yo durmiendo, se dignó aparecérseme, en figura corporal, el bienaventurado Santiago, protector de los españoles; y […] me dijo: ¿Acaso no sabías que mi Señor Jesucristo, distribuyendo las otras provincias del mundo a mis hermanos, los otros apóstoles, confió por suerte a mi tutela toda España y la puso bajo mi protección? […]. Yo he de venir en tu ayuda y mañana, con el poder de Dios, vencerás a toda esa gran muchedumbre de enemigos por quienes te ves cercado […]. Y para que no haya lugar a duda, tanto vosotros como los sarracenos, me veréis sin cesar vestido de blanco, sobre un caballo blanco, llevando en la mano un estandarte blanco.”

Según el privilegio, “armada ya y puesta nuestra gente en orden de batalla, entramos en lucha con los sarracenos y el bienaventurado apóstol de Dios se apareció como lo había prometido […]. Tan pronto como esto vimos, entendimos que se había cumplido la promesa del bienaventurado apóstol y, alegres sobremanera con tan señalada visión, comenzamos a dar grandes voces que salían de lo íntimo del corazón, invocando el nombre de Dios y el del Apóstol, con este grito: ¡Que Dios nos ayude y Santiago! Esta fue la primera vez y en aquel lugar que se hizo tal invocación en España; y por la misericordia de Dios no sin fruto, pues cayeron este día en el campo de batalla setenta mil sarracenos”.

En prueba de agradecimiento -continúa el texto citando al rey- “hicimos voto, que se ha de guardar en todas las partes de España, que Dios nos conceda librar de los sarracenos por la intercesión del Apóstol Santiago, de pagar perpetuamente cada año, a manera de primicias, de cada yugada de tierra una medida de la mejor mies, y lo mismo del vino, para el mantenimiento de los canónigos que residen en la iglesia del bienaventurado Santiago y para los ministros de la misma Iglesia. Concedimos también e igualmente confirmamos para siempre, que los cristianos por toda España, de todo el botín que en cada una de las expediciones cogieren a los sarracenos, den con toda exactitud a nuestro glorioso patrono protector de España, el bienaventurado Santiago, tanta parte y porción como corresponde a un soldado de a caballo […]. Y si alguno llegare a quebrantar esta escritura y voto de la Iglesia del bienaventurado Santiago o se negase a pagarlo, cualquiera que él fuese, rey o príncipe, plebeyo, clérigo o seglar, le maldecimos y excomulgamos, condenándole a ser atormentado por siempre jamás en el infierno con Judas el Traidor”.

No se puede fijar con exactitud la fecha de la institución del Voto de Santiago -probablemente sería alrededor del siglo XII- y resulta imposible acreditar la autenticidad del privilegio de Ramiro I. Pese a ello fue pagado por numerosos territorios y en 1492 vivió un período de reforzamiento al ser renovado con el Voto de Granada, instituido por los Reyes Católicos en señal de agradecimiento al Apóstol por su intercesión en la toma de esta ciudad, el último reducto musulmán peninsular. Considera Ofelia Rey Castelao que “la percepción del Voto de Santiago constituyó, a fines de la Edad Media y a lo largo de toda la Edad Moderna, la base económica de las instituciones jacobeas -arzobispo, Cabildo, capilla de música de la catedral y Hospital Real de Santiago-, lo que les reportó una extraordinaria riqueza -muy superior a la de otras [iglesias] semejantes-, pero también una incómoda singularidad entre las instituciones rentistas del Antiguo Régimen, derivada a su vez de la singularidad de la propia renta, cuyo confuso origen fue un quebradero de cabeza para historiadores y juristas desde el siglo XVI”.

Por lo tanto, la percepción de la renta, lo mismo que su reparto entre las instituciones, fue desigual a lo largo de la historia, pero supuso una importantísima fuente de ingresos para la Iglesia compostelana y para el fomento del culto al Apóstol y la peregrinación a su santuario, al tiempo que fue responsable de parte de la pérdida de prestigio de la Iglesia compostelana desde el siglo XVI. A partir de esta centuria la resistencia al pago empezó a tener cada vez más partidarios, aunque la primera vez que se abolió fue en 1812. Poco después Fernando VII lo restituyó, fue revocado en el trienio liberal, repuesto de nuevo por el monarca y abolido definitivamente en 1834. [JS]

V. Cortes de Cádiz / Lucas de Tui / Pedro Marcio / Pleito Grande / tributo de las cien doncellas


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