Forma del topónimo compuesto Santiago de Compostela. De etimología cada vez menos incierta, como veremos, el uso de este término para citar a Santiago de Compostela se detecta por primera vez en un documento de 955. Se utiliza para dar nombre al suburbio que nacía en torno al lugar santo formado por la iglesia apostólica de Santiago y las dependencias eclesiásticas surgidas a su alrededor. Aparece como Compostelle o Compostella, forma habitual en los textos latinos medievales. Pese a esta pronta presencia en la documentación, José María Anguita Jaén, que hizo una amplia recopilación y estudio sobre el topónimo, señala que su uso no se generaliza hasta la segunda mitad del siglo XI y que no adquiere carácter oficial hasta bien entrado el XII.
La documentación indica que las primeras denominaciones del núcleo donde se realiza el descubrimiento del sepulcro son las de arcis marmoricis -topónimo de origen muy debatido- y locus sancti Iacobi -el lugar de Santiago-. Sin embargo, a medida que comienza a surgir en torno a él una pequeña población, esta comienza a ser citada como Compostella. En los siglos XI-XII la notable dimensión urbana alcanzada por Santiago hace que se comience a citar Compostela como único topónimo, desapareciendo el uso del locus sancti Iacobi. Ahora la expresión habitual, como se observa en el Codex Calixtinus y otros textos de este período es urbe/civitaten Compostella, entendiendo que este término abarca también al espacio sacro fundacional. Con el uso, acabarán fundiéndose la mención al lugar santo -Santiago- y el topónimo poblacional -Compostela- para dar lugar a la forma compuesta actual.
Ha sido ampliamente debatida la etimología de Compostela, al menos desde el siglo XVIII. Las propuestas y opiniones son diversas a través del tiempo. Pero, como destaca Anguita Jaén, en el presente los etimólogos están de acuerdo en hacerla derivar de compositum tellus, forma explicada por primera vez en el Cronicón Iriense (finales del s. XI), texto de la diócesis santiaguesa, que lo relaciona con “tierra bien compuesta o hermosa”.
Emilio Nieto pone en duda, de forma contundente, una de las posibilidades que también se han barajado a través del tiempo para el origen del término: “se ha apuntado el latín combusta o combosta, participio pasivo neutro plural del verbo comburo, ‘quemar’, ‘incinerar’, en alusión a la existencia de un antiguo cementerio, e incluso se ha propuesto un compuesto combustolla, en donde el segundo elemento ‘olla’ sería ‘urna’, de donde un significado ‘urna de cenizas’; la propuesta plantea dificultades de todo tipo: arbitrariedad de la composición, ensordecimiento sorprendente de /b/, etc., por lo que debe contemplarse con sumo escepticismo”.
Otra propuesta muy citada es la que lo hace derivar de componere -enterrar/enterramiento- o de composta -cementerio-, complementado con un sufijo diminutivo -tella. En esta línea, se ha apuntado también el diminutivo latino compositum. Se trataría del cementerio abandonado en el que el eremita Paio descubrió la tumba apostólica. Se ha llegado ha relacionar incluso con una remota dama del lugar de nombre Compostela, citada en el Codex Calixtinus (s. XII).
En lo que existe casi total unanimidad es en rechazar el topónimo latino Campus Stellae como origen de Compostela. Se considera una creación tardía fruto de las ansias de identificar la ciudad con el motivo que dio lugar a la misma: el descubrimiento de la sepultura de Santiago al observar unos resplandores que algunos acabaron citando como “estrellas”. [MR]