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También “la Compostela”. Documento que acredita haber realizado la peregrinación a Santiago de Compostela. Lo concede la catedral compostelana. Sus antecedentes están en la Edad Media, cuando se utilizaron diversas fórmulas y medios -insignias, cartas probatorias, etc.- para certificar la realización de la peregrinación al volver al lugar de origen. Se conservan numerosos ejemplos en varios lugares de Europa. Sin embargo, la compostela tal y como hoy la conocemos surge, más tarde, hacia el siglo XVI, por necesidad de dotar a los peregrinos que llegaban a la ciudad de un documento que les permitiese ser admitidos como tales en el Hospital Real de Santiago -actual Hostal de los Reyes Católicos-, en la plaza de O Obradoiro.

Por el uso, este documento, que se conoció popularmente como la compostela, se comenzó a utilizar como justificante para acceder a todo tipo de establecimientos hospitalarios del Camino. Se convirtió al mismo tiempo en un verdadero y apreciado certificado de la propia peregrinación. En esta última versión se extendió y consolidó en el presente, resultase o no necesaria para que el peregrino fuese atendido gratuitamente en alguna que otra dependencia hospitalaria de la ciudad.

Con la disminución de las peregrinaciones de los siglos XVII y XVIII la compostela se utilizó menos, pero siguió siendo de gran utilidad a lo largo del Camino, donde se atendía a quienes la mostraban a su vuelta de Santiago. En la ciudad italiana de Pistoia, en la Vía Francígena, llegaron a solicitar un ejemplar auténtico a Santiago de Compostela para poder compararlo con los documentos falsos presentados en el hospital local por muchos peregrinos que aseguraban haberlos obtenido en la ciudad gallega.

En el XIX, sin embargo, la compostela casi llega a desaparecer. Será a principios del XX cuando con el lento renacer de las peregrinaciones a la ciudad se vuelva a entregar a determinados peregrinos y peregrinas pobres para que al mostrarla los atendiesen en la Cocina Económica de la ciudad, que dependía de la iglesia local.

Con el cambio de costumbres y el uso constante de los medios de transporte que caracteriza a las peregrinaciones casi siempre colectivas de las décadas centrales del siglo XX, la memoria de la compostela se perdió por completo. Nadie la reclamaba. Todo comienza a cambiar desde el Año Santo compostelano de 1954 con la llegada de los primeros y esporádicos peregrinos a pie por el Camino Francés. Lo simbólico y sacrificado de su gesto despierta hacia ellos la vieja hospitalidad y surge la obligación moral de entregarles algún tipo de documento que deje memoria de su gesto. Va a comenzar a resurgir la compostela, dotada ahora de una carga más simbólica que práctica.

La idea de realizar algún tipo de documento acreditativo de la peregrinación por el Camino, propuesta por el Comisario del Año Santo y representante del Gobierno central, Pons Muñoz, se lleva tímidamente a la práctica en el Año Santo de 1965, pero se desarrolla y se hace efectiva en 1971, cuando se reparten varios miles por puntos del Camino Francés, a través del Ministerio de Información y Turismo. Se conoció como el “diploma del peregrino” y daba derecho a una cierta atención diferenciada en Santiago -apenas había servicios específicos a lo largo del Camino- pero, sobre todo, pretendía estimular la naciente peregrinación a través de la histórica senda desde los Pirineos.

En principio, el diploma estaba pensado para entregar sólo a los peregrinos que realizasen el Camino desde su entrada en España. Las tarjetas que permitían justificar el Camino mediante una serie de sellados -algo parecido a la actual credencial- las entregaba el Ministerio de Información y Turismo, que costeó la edición.

Es finalmente a principios de los años ochenta cuando toma forma definitiva la recuperación del viejo certificado acreditativo de la peregrinación. Hay que adaptarlo a las características de los nuevos tiempos, y se decide destinarlo en exclusiva a quienes lleguen a Santiago a través de la Ruta Jacobea, que por estos años comienza a contar con peregrinos de forma regular. En esos momentos los recién llegados que solicitaban y la recibían a primera hora del día acostumbraban a ser citados en la misa del peregrino de media mañana. El Año Santo de 1993 fue el primero en el que la compostela se entregó de forma continuada y masiva. Es por este tiempo cuando se establece la definitiva regulación de derechos y deberes para recibir este documento y se abre de forma permanente paro ello la Oficina del Peregrino en Santiago.

Quienes vayan a realizar el Camino de Santiago desde cualquiera de sus rutas reconocidas, tienen que decidir antes de partir si desean obtener la compostela. Si la respuesta es afirmativa deberán justificar su paso por la Ruta mediante la credencial del peregrino, que también gestiona la Iglesia y que surgió en 1987, con la propuesta y apoyo de las asociaciones jaco-beas, para responder a la necesidad de dotar de un soporte justificativo de la realización del Camino el acto de solicitud de la compostela en Santiago.

En la credencial se van poniendo sellos o firmas de las parroquias, albergues, refugios, etc., por donde se realiza la peregrinación. Si no se consigue esta credencial, podía suplirse por un cuaderno de ruta en el que se reflejasen las firmas y sellos de cada etapa del Camino. Esta posibilidad se perdió, sin embargo, en 2009, al establecer la Iglesia unas condiciones más estrictas al respecto.

Sólo se concede la compostela a los peregrinos que, mediante la credencial, justifican haber realizado el Camino a pie, a caballo o en bicicleta por motivos espirituales. Se requiere para ello un mínimo de 100 km coincidentes con los últimos tramos antes de Santiago. En el caso de los ciclistas es necesario acreditar, mediante el sellado que realizan a lo largo del Camino diversos establecimientos de la Iglesia y otras entidades, que se han realizado al menos los 200 km finales. La Oficina del Peregrino no entrega la compostela si no se alega que se peregrinó con sentido espiritual. Tampoco acostumbra a hacerlo si se ha realizado exclusivamente el trayecto desde A Coruña por el Camino Inglés, ya que no alcanza los 100 km. No se concede, además, por la realización del Camino de Fisterra-Muxía desde Santiago, ya que no lo reconoce como tal, al no tener su meta en la catedral compostelana.

A este exitoso certificado -está entre los elementos fundacionales del actual Camino- no le han faltado imitadores, tanto en el extranjero como en España. Al final del Camino de Fisterra, se puede solicitar la fisterrana, un certificado civil de haber realizado esta Ruta Jacobea que entrega el Ayuntamiento, como lo hace Muxía peregrinando al santuario de A Barca. Incluso el histórico Zapatones -peregrino varado en la plaza de O Obradoiro de Santiago y permanente guardián de la llegada de los caminantes- llegó a diseñar su propio certificado, la “zapatona”. En alguna ocasión se alude a la compostela como “la compostelana”. Se trata de un término incorrecto.

El texto oficial de la compostela, en latín, dice lo siguiente:

“El Cabildo de esta Santa Apostólica y Metropolitana Iglesia Catedral Compostelana custodio del sello del Altar de Santiago Apóstol, a todos los Fieles y peregrinos que llegan desde cualquier parte del Orbe de la Tierra con actitud de devoción o por causa de voto o promesa peregrinen hasta la Tumba del Apóstol, Nuestro Patrón y Protector de las Españas, acredita ante todos los que observen este documento que: D. ............. ha visitado devotamente este sacratísimo, templo con sentido cristiano (pietatis causa).

En fe de lo cual le entrego el presente documento refrendado con el sello de esta misma Santa Iglesia.

Dado en Santiago de Compostela el día … mes … año del Señor ...”. [MR]

V. credencial del peregrino / peregrinación, certificado de


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Fernando Lalanda Pijoan. - hace 8 años

La Credencial se originó, mediante ponencia, en el I Congreso Internacional de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago celebrado en Jaca. A partir de este hecho la gestión se efectúa a través de la Iglesia y también por el Consejo Jacobeo que mediante la financiación del Ministerio de Cultura editó las credenciales que distribuye la Federación Española de Asociaciones. Por otro lado lo que distribuye las Oficinas de Información y Turismo en 1965, 1971 y 1976, son las Tarjetas de Peregrino. El Diploma del Peregrino se entregaba, una vez cumplimentada la peregrinación, en la entonces Oficina de Peregrinaciones que estaba en el Palacio de Rajoy. Junto a la Compostelana, documento que te servía para acceder durante 3 días a las cocinas del Parador.