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Hasta la segunda mitad del siglo XX, y al margen de Europa, sólo el continente asiático aportó peregrinos a Santiago. Los otros tres apenas tuvieron relación con esta peregrinación: África, por vivir de espaldas a ella; y América y Oceanía por no haber sido descubiertos por los europeos hasta los siglos XV-XVII. Sin embargo, Asia, desde la distancia, sí estuvo atenta a Santiago. Y lo hizo a partir del siglo IX, casi desde los primeros tiempos del santuario compostelano.

Se conservan referencias de numerosos peregrinos asiáticos. Llegaron desde el siglo X desde la Armenia euroasiática -uno de los más famosos, el obispo Martiros, en 1491- y posteriormente de otros países cristianos o con pequeños grupos de esta creencia durante la Edad Media, como Turquía, Irak y Palestina.

Hay incluso alguna referencia jacobea en el extremo del continente. El franciscano flamenco Willem van Ruysbroeck (s. XIII) enviado por San Luis, rey de Francia, como embajador a Mongolia, ante el gran kan Mangu Kan, cuenta en su libro de viajes como se encontró allí con un monje nestoriano que iba a iniciar la peregrinación a Santiago. No se sabe si la realizó y llegó a Compostela desde tan enorme distancia.

Sin embargo, el elemento cultural jacobeo casi no ha existido en el continente asiático, con dos únicas excepciones muy significativas en Jerusalén y Filipinas. En el primer caso, se trata del culto dispensado por los cristianos armenios a Santiago el Mayor en la iglesia homónima de Jerusalén, en el lugar en el que la tradición fija su decapitación en el siglo I.

La segunda excepción es Filipinas. En las islas que forman este país, la colonización española y sus misioneros dejaron, desde finales del siglo XVI, distintas muestras santiaguistas. Se conservan todavía restos de ese culto entre la población filipina, mayoritariamente católica. En Manila, la capital del país, sobresale entre sus monumentos la antigua fortaleza de Santiago, dedicada al Apóstol en la versión hispano-guerrera del matamoros. En el noroeste del archipiélago se dio su nombre a la pequeña isla de Santiago.

En las últimas décadas -finales del siglo XX y principios del XXI- Asia se ha consolidado como el tercer continente que más personas aporta, después de Europa y América, a la peregrinación compostelana a través del Camino de Santiago. También se sitúa en tercer lugar en el número de peregrinos llegados por los medios habituales de transporte.

Desde principios de los años noventa el país asiático caminante a Santiago por excelencia ha sido Japón, en una tendencia en continuado crecimiento. Sin embargo en 2007 comenzó a aparecer Corea del Sur en primer lugar, duplicando la presencia nipona, según datos de la Oficina del Peregrino de Santiago. El gran desarrollo económico de estos dos países y su tradicional sentido espiritual han influido en esta inusual presencia, si tenemos en cuenta la distancia física y cultural que los separa de Santiago. El boom coreano -unos mil peregrinos en 2008- también se explica por el éxito del libro de un popular actor del país en el que cuenta su experiencia en la Ruta Jacobea.

Israelíes y filipinos se sitúan en la tercera y cuarta posición, a gran distancia de los dos anteriores. En cantidades siempre mínimas han llegado peregrinos de la casi totalidad de países asiáticos -China, Turquía, Irán, India, Taiwan, etc.-

Resalta el hecho de que la mayoría de estos peregrinos no son católicos. Acceden a la compostela -certificado eclesiástico de la peregrinación por el Camino- declarando sus motivaciones espirituales. Por eso tenemos datos estadísticos de su presencia. Pero todo indica que el número de peregrinos de estos países es levemente superior. Se conocen casos de caminantes de otras creencias que no acceden al certificado eclesiástico por motivos diversos, pero sí llegan a Santiago, evidenciando una vez más la dimensión interreligiosa e intercultural -única en el mundo en su estilo- lograda por la Ruta Jacobea. [MR]

V. Armenia / Japón / Santiago de los Armenios, iglesia de


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