Ciudad de 12.000 habitantes (870 m) del Camino Francés, en la provincia de León, Comunidad Autónoma de Castila y León. A 258 km de Santiago. Fundada por los romanos como Asturica Augusta (s. I a.C.), es uno de los grandes puntos de encuentro del Camino de Santiago. En ella confluyen la Vía de la Plata, itinerario de origen romano, comercial, militar y de peregrinos, con el Camino Francés. Esta condición hizo de Astorga la segunda población con más hospitales jacobeos a través del tiempo, sólo superada por Burgos. Es, en su conjunto, uno de los grandes centros históricos de las Rutas Jacobeas, con numerosos vestigios arqueológicos que se remontan a la época romana.
Astorga mantiene viva esta vocación jacobea y de cruce de caminos con varios albergues en servicio y el único museo existente en todas las Rutas Jacobeas -centros de interpretación a parte- con vocación de convertirse en museo de los Caminos.
La tradición jacobea astorgana se remonta al siglo I, atribuyendo al apóstol Santiago la fundación de su Sede Episcopal. La catedral posee el título de apostólica debido a esta incierta tradición. En cualquier caso, se trata de una de las diócesis más antiguas de España, existente ya, se afirma, en los siglos III y IV. Reminiscencias jacobeas se perciben también en el siglo V cuando el obispo local Santo Toribio, que peregrina a Jerusalén y trae numerosas reliquias, entre ellas un trozo de la cruz de Cristo que daría origen al santuario de Liébana -Cantabria- se enfrenta a los seguidores del heresiarca galaico Prisciliano (s. IV), que habían logrado una notable presencia en la zona. La lucha contra los priscilianistas la emprendió Toribio con el apoyo del papa León Magno, quien en una carta que le remite defendería el origen apostólico de la religión cristiana de la Península Ibérica.
La condición de encrucijada de Astorga viene de antiguo. A esto contribuyó su estratégica situación, que hizo que los romanos la convirtiesen en centro militar y punto de comercio del oro extraído en los parajes próximos de Las Médulas -El Bierzo-. Durante este período distribuía las comunicaciones del noroeste con el resto de la Península Ibérica a través de varias Rutas, entre las que destacaba la Vía de la Plata, que unía esta ciudad con Mérida, Extremadura, y los puertos del sur peninsular.
Esta vía, que sobrevive en la Edad Media, se convierte pronto en esporádica calzada de peregrinos que, desde el sur, se dirigen por ella hacia Santiago. Su flujo aumentará a medida que avance la reconquista cristiana. Muchos peregrinos se desviaban de esta vía en Zamora, hacia el noroeste, pero otros preferían seguir hasta Astorga y enlazar con el Camino Francés. Actualmente siguen escogiendo entre estas dos posibles rutas a Santiago.
Pero la Ruta que dio a Astorga su gran condición jacobea fue el Camino Francés, que desde el siglo XI reforzó de manera definitiva su vocación caminera. En el Codex Calixtinus (s. XII) aparece citada como ciudad de la ruta con dos topónimos, Austurga y Ostorga. Sin embargo, pese a su gran relevancia como centro de acogida de peregrinos, no se incluye entre las metas de etapa. Aymeric Picaud, posible autor de la guía del peregrino del Codex, la pasa por alto en el tramo entre León y Rabanal del Camino. No sabemos el motivo. Puede deberse a que las etapas que cita estaban pensadas para hacerlas a caballo, con el gasto del menor tiempo posible.
Otra cosa eran los caminantes a pie. Para ellos, sin duda, los servicios ofrecidos por Astorga resultaban vitales antes de internarse en las duras rampas de montaña que se avecinaban. Quizá por esto fue la urbe -las huellas históricas así lo evidencian- con más hospitales de peregrinos de todo el Camino, sólo superada por Burgos.
Pero antes de acceder a los hospitales había que llegar a la ciudad. Los peregrinos entraban y siguen entrando en ella por la desaparecida Puerta del Sol de la muralla, de la que se conservan diversos restos constructivos. La Ruta continúa por la plaza de San Francisco, dedicada a este santo que por aquí pasaría Camino de Compostela y que en la Edad Media era zona comercial de francos y judíos, pasa ante el convento redentorista y, por varias rúas antiguas, desemboca en la calle de Santiago. A continuación se alcanza la zona más noble de la ciudad, con el Museo de los Caminos y la catedral como centros del escenario.
Astorga contó a lo largo de la historia con un mínimo de veinticuatro hospitales para peregrinos y pobres. Antes de entrar en la ciudad aparecía el primero, para acoger a los caminantes que llegaban una vez cerradas las puertas de la muralla. Se atribuye su fundación a un peregrino llamado Pedro Donethen. Numerosas cofradías crearon y atendieron hospitales en la urbe hasta el siglo XVI. Alguno de ellos prolongó su vida hasta el siglo XIX. En la Puerta del Sol funcionó uno de los más grandes y dotados, el de las Cinco Llagas, surgido en la segunda mitad del siglo XI. Conserva la fachada del XVIII. Con el tiempo se unificarían varios de los numerosos hospitales de la ciudad. Actualmente funciona en su emplazamiento una residencia de ancianos.
En las inmediaciones de la catedral estuvo otro de los más famosos, el de San Juan (s. XII), destruido por un incendio en el XVIII y reconstruido con formas neoclásicas. El de San Estaban, que se encargaba de enterrar a los peregrinos pobres, y el de San Martín, administrado por el gremio de zapateros, que reparaban gratis el calzado a los peregrinos, fueron otros centros notables. La ciudad creó para los jacobitas una iglesia dedicada a Santiago, ya desaparecida.
Astorga debía de ofrecer otros servicios relevantes a los peregrinos. Es conocida una ordenanza del siglo XIII que sólo permitía trabajar en día festivo a los zapateros que tuviesen que resolver las necesidades de los peregrinos en esta materia.
Entre los peregrinos que dejaron huella en Astorga, citamos dos. La tradición sostiene que el desaparecido convento de San Francisco -ocupado desde el siglo XIX por los Padres Redentoristas- lo mandó fundar el mismísimo santo de Asís hacia 1214 para agradecer la hospitalidad que encontró en Astorga cuando, cargado de dificultades, enfermo y de incógnito, se dirigía en peregrinación a Compostela.
Al marchar el santo alguien supo quien era y mandaron a buscarlo para que realizase una fundación. San Francisco respondió con una carta ordenando a uno de los suyos, Bernardo de Quintaval -hay constancia de su peregrinación a Compostela algún tiempo después- que estableciese el convento, que pervivió hasta la exclaustración de 1836. La carta, según algunas fuentes, se conservó hasta la Guerra de la Independencia (1808-1814), momento en el que se perdió. Sí pervive el testimonio de otro peregrino italiano Domenico Laffi (s. XVII) que destaca la hermosura de la ciudad y “la gran caridad” del hospital situado al lado de la catedral, que sería el de San Juan.
En el presente continúa la tradición hospitalaria astorgana, con tres albergues. El principal está en la plaza de San Francisco, en el antiguo convento de las Siervas de María, que adquirió, recuperó y gestiona la Asociación del Amigos del Camino de Santiago de Astorga. Los otros dos son el municipal y uno privado situado en una casona del siglo XVIII.
La primera catedral de Astorga fue medieval e inspirada en el románico jacobeo desarrollado a lo largo del Camino Francés. Sobre sus restos se levantó la actual basílica a partir del año 1471.
Se trata de una catedral de origen gótico, pero con gran presencia de elementos renacentistas y barrocos, ya que sus obras se prolongaron hasta el siglo XVIII y en algún caso hasta el XIX. Como consecuencia de esto, su fachada y las torres que la culminan -lo primero que divisan los peregrinos que se acercan por las amplias tierras maragatas- son barrocas. En el interior sobresale el excepcional Retablo Mayor (1558), joya del renacimiento español.
En un pináculo de la cabecera llama la atención la figura de Pedro -o Pero- Mato, personaje maragato que participaría como portaestandarte en la legendaria batalla de Clavijo, situada en el siglo IX y en la que aparecía por primera vez Santiago batallando al lado de los ejércitos cristianos. Mato aparece vestido al modo maragato, por lo que, para algunos, se trataría de un popular personaje que trabajó en el siglo XVIII en las obras del templo. Otros lo consideran una alegoría de la gente maragata, sin más.
La catedral posee un museo de arte sacro en el que sobresale la arqueta regalada por el rey Alfonso III de Asturias, monarca esencial en la consolidación del culto jacobeo, al obispo local San Genadio (s. X).
En las inmediaciones de la catedral, adosada a la iglesia de Santa Marta, merece la visita de los peregrinos la llamada Celda de las Emparedadas. Es un espacio mínimo situado entre dicha iglesia y la capilla de San Esteban. Como escribió en su día Luis Carandell, la celda cuenta con una ventana de piedra enrejada “a través de la que los peregrinos socorrían con mendrugos de pan y con agua a las mujeres que allí se encerraban para dedicarse a la oración”. Las penitentes entraban por la capilla de San Esteban. La puerta se tapiaba y no volvía a abrirse hasta que fallecían. Lo hacían por propia voluntad, aunque se dice que se forzaba a este tormento a mujeres de mala vida.
Muy cerca de la basílica, encontramos otro espacio jacobeo: el Museo de los Caminos, con relevantes piezas de arte relacionadas con la cultura peregrina, entre otros contenidos. Se emplaza en un singularísimo edificio neogótico, iniciado a finales del siglo XIX, del arquitecto catalán Antoni Gaudí.
El peregrino que llega a Astorga no debiera ignorar que está pasando por la comarca de la Maragatería, una de las más singulares del Camino Francés y tierra de los caminantes más famosos de España. Son los maragatos, que con el comercio como bandera, y aprovechando la condición de zona estratégica de comunicaciones de Astorga -su capital oficiosa- comenzaron a viajar por España en el siglo XIII y no pararon hasta entrado el siglo XX, con un período de esplendor entre el XVI y XIX. Caminaban casi siempre con una amplia recua de mulas cargadas o tirando de los carros y con la seriedad de sus tratos como bandera. Otra forma de hacer camino.
En muchas casas maragatas es posible rastrear restos de iconografía jacobea. Característicos son los clavos con forma de concha de vieira.
De Astorga el peregrino no puede partir sin conocer los tres manjares que la representan y que resultan ideales para resolver el hambre y el desgaste del largo caminar, sobre todo pensando en las duras etapas que le esperan. Nos referimos al chocolate -Astorga fue uno de los primeros lugares de España en los que se elaboró- y las mantecadas, lo mejor para un dulce desayuno en la zona. Y, sobre todo, al cocido maragato. Carne cocida de vaca, cerdo y gallina, garbanzos, repollo y patatas, y de postre, natillas. Por este orden. Y a continuación el Camino, como hacían los antiguos arrieros maragatos. Energía no va a faltar para subir los inmediatos montes de León. [MR]