El Diccionario de la Real Academia Española define este término, entre otras acepciones que no vienen al caso, como “recibimiento u hospitalidad que ofrece una persona o un lugar”. Pese a la intemporalidad que se observa en la definición, “acogida” es un concepto de exclusivo uso moderno en el Camino de Santiago. Surge como sustituto de la hospitalidad histórica en la Ruta. Se siente como una respuesta casi obligada del presente a esa hospitalidad del pasado y se presenta sobre todo como la responsabilidad de las instituciones públicas de atender a los peregrinos del Camino en cualquier caso y circunstancia.
El Codex Calixtinus (s. XII), fundamento ideológico-moral de la peregrinación medieval, sólo cita una vez el término. Lo hace al final del libro V, en un capítulo titulado Acogida que debe darse a los peregrinos de Santiago. A continuación desarrolla su contenido, pero la palabra que nos ocupa no vuelve a aparecer. Las alusiones son a la forma en que deben ser recibos y respetados caritativamente los peregrinos y recuerda el Evangelio de Mateo (10, 40): “Quien os recibe a vosotros me recibe también a mí”.
Las referencias del Calixtinus son siempre a la hospitalidad, entendida como un ejercicio de la caridad y el amor con quien viaja al encuentro espiritual. Es evidente que se aleja del sentido de la acogida -la expresión más frecuente en la actualidad- como servicio, sea gratuito o semigratuito, se inspire o no en reminiscencias del pasado.
Mientras la hospitalidad se fundamenta históricamente en principios religiosos, la acogida es un concepto civil e instrumental. Son los ayuntamientos y los gobiernos autonómicos los principales responsables de la acogida y de responder a las demandas de los peregrinos en tal sentido, sobre todo en períodos de masificación de la Ruta, ocasionados en los años santos y en momentos centrales del resto de los veranos. Incluso la Iglesia ha apostado por una acogida cada vez más profesionalizada donde la hospitalidad tradicional es ya poco más que una anécdota. Son las consecuencias de la gran afluencia y las imposiciones del presente, que impiden las viejas formas.
Tal extensión alcanzó el ruidoso eco de la hospitalidad-acogida en el Camino actual que cada término por separado, o ambos en la confusión, han llegado a ser interiorizados por algunos peregrinos mal informados como un derecho ineludible en cualquier momento y circunstancia. Se ha llegado a dar el caso de algún peregrino que ha exigido ser acogido en entidades privadas como alguna asociación de amigos del Camino. El principal punto de conflicto en este sentido es Galicia, por su proximidad a la meta. Estos equívocos, tanto de determinados peregrinos como de las instituciones, que a veces han evidenciado cierta indeterminación a la hora de dar respuestas claras y normalizadas, han llevado a que la acogida sea una cuestión aún no resuelta. Denise Péricard-Méa y Louis Mollaret han resumido esta situación. Tras señalar que la acogida representaría las nuevas formas de la hospitalidad medieval, se muestran críticos con el hecho de que pueda ser una carga para los contribuyentes. “¿No hay otras urgencias que la acogida de peregrinos que, en su inmensa mayoría, cuentan con los medios financieros para asumir su peregrinación?” Piden que el peregrino sea consciente de que su viaje no debe ser una carga para la comunidad. No cabe duda de que la acogida multitudinaria e indiscriminada genera, además, una pérdida de valor para el Camino de Santiago y para el propio peregrino. [MR]