XacopediaHarff, Arnold von

Noble alemán, natural de Colonia (1471-1506). Cuando tenía veinticinco años comenzó una larga peregrinación a las más destacadas metas del cristianismo: Roma, Jerusalén y Santiago. Este extenso periplo culminó tras tres años como romero después de haber visitado Roma y El Cairo, orando ante la tumba de Santo Tomás y Santa Catalina en el monte Sinaí, de recorrer Turquía y Jerusalén, y de peregrinar en el año 1499 a Santiago de Compostela. Concretamente, Harff partió desde Colonia el 7 de noviembre de 1496 y regresó de Compostela el día 9 o el 10 de noviembre de 1499.

Su diario de viaje constituye un gran ejemplo de literatura odepórica, en el que conjuga cuestiones técnicas de su travesía con el análisis y las valoraciones de los lugares que visita. Sobre los motivos de su viaje, él mismo asegura haberlo hecho con sentido espiritual y lúdico: “Para consuelo y salvación de mi alma yo, Arnold von Harff, decidí llevar a cabo un beneficioso peregrinaje [...] pero también para conocer las ciudades, los países y las costumbres de los pueblos”. Esta doble vertiente de su aventura lleva a determinados autores a discutir sobre la cuestión de considerarlo un peregrino o un viajero. Algunos incluso ven en su postura el reflejo de la situación espiritual de ruptura en el tránsito de la Baja Edad Media a la Edad Moderna.

En la elaboración del texto fue muy minucioso y detallado, de tal modo que ofrece exactamente las distancias entre los pequeños núcleos de población. Junto a esta información estricta de etapas y distancias, incluye una parte en la que hace comentarios y observaciones sobre las particularidades históricas, sociológicas, económicas, artísticas y naturales de los lugares que encuentra en su trayecto. Así, cita casi todos los ríos que atraviesa y clasifica las localidades por las que pasa como ciudades, villas, villorrios, aldeas o pueblos grandes. Describe también los monumentos artísticos, tesoros de iglesias y reliquias, y hace referencia a las singularidades de las gentes y costumbres, refiriéndose, por ejemplo, a los peinados de las mujeres gasconas. En resumen, en su relato, además de la devoción religiosa, manifiesta una minuciosidad y detenimiento en los múltiples entornos y culturas que, según interpretan algunos autores, deja ver su afán de vivencias, alegría y capacidad de fabulación.

Harff no conserva buen recuerdo de España ni de sus gentes. Quizá tuvo que ver en ello el hecho de que durante el camino de vuelta, él y sus compañeros de viaje fueron atracados y despojados de todo lo que tenían, en un lugar situado entre Compostela y Burgos. En el enfrentamiento con los atacantes, dos peregrinos perdieron la vida y otros fueron apaleados. Al margen de este suceso de delincuencia, menciona que en España no encontró buen alojamiento ni alimento.

Por lo que respecta a Santiago, tampoco fue un lugar de su agrado. Así, en su narración recomienda la peregrinación a este santuario solamente a pobres, ladrones, asesinos, etc. e incluso pone en duda la presencia del cuerpo del Apóstol en Compostela, ya que por aquel entonces se decía que podría estar en el Languedoc (Francia). De hecho, estando en la ciudad pidió que le mostraran los restos de Santiago. Al ser esto imposible, los responsables de la iglesia le enseñaron otras reliquias en la sacristía de la catedral.

Dejó también constancia de la costumbre de los peregrinos alemanes de colocar sobre su cabeza la corona de la escultura del Apóstol en el altar mayor, así como de las burlas que dicho hábito provocaba entre el resto de los romeros.

En cuanto al itinerario que realizó, partió de Venecia siguiendo una ruta terrestre que le llevó por Padua, Verona, Milán, Turín, Susa, Saint-Antoine-en-Viennois, Montpellier, Beziers, Carcasona, Toulouse, Orthez, Sauveterre-de-Béarn y Saint-Jean-Pied-de-Port. Cruzó los Pirineos para entrar en la península por el puerto de Roncesvalles y seguir después el clásico Camino Francés hasta Compostela. El recorrido hasta Burgos lo hizo a caballo, desde donde continuó en mula. Desde Santiago se dirigió hasta Fisterra, aunque apenas se detuvo en esta localidad. A continuación, emprendió el camino de regreso a través de Burgos, Vitoria, Tolosa, Irún, Bruselas, Loviana y Aquisgrán, hasta llegar a Colonia. Harff morirá siete años después de regresar de este largo viaje. En su lápida sepulcral consta una inscripción que pide que se ruegue por él: “Ruega a Dios por el peregrino…” [XIV]


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