XacopediaJerusalén, peregrinación a

La meta de la peregrinación cristiana a Tierra Santa es la ciudad de Jerusalén. Fundada hace unos cinco mil años, pertenece al Estado de Israel (770.000 habitantes). Se considera la urbe más santa del mundo, al ser reconocida como tal y como meta de peregrinación por el judaísmo, el cristianismo y el islamismo, un hecho motivado por las vicisitudes históricas.

Para los cristianos, en Jerusalén concluye una de sus tres peregrinaciones mayores, junto con Roma y Santiago. Esta asombrosa ciudad y sus cerca-nías son el escenario de varios de los más relevantes acontecimientos de la vida pública de Jesús y de su pasión, muerte y resurrección. Por tanto, se entiende que muchos cristianos busquen y sientan en ella una emoción que hace que los evangelios adquieran de pronto una singular significación.

Los lugares relacionados con la muerte y resurrección de Jesús debieron ser pronto objeto de peregrinación. Entre ellos destacaban la puerta por la que había entrado triunfal en la ciudad; el monte de los Olivos, donde oró antes de su prendimiento y desde el que ascendió a los cielos; el Calvario, lugar de la crucifixión; y el sepulcro en el que permaneció hasta la resurrección.

Es muy famosa la peregrinación en el 326, desde Constantinopla, de la reina romana Santa Elena. A medio camino entre la realidad y la leyenda, esta visita reforzó la simbología cristiana de la ciudad. Santa Elena localizaría el sepulcro y la cruz de Cristo [lignum crucis] por lo que animó a su hijo, el emperador Constantino, a construir los primeros enclaves cristianos relacionados con estos hallazgos, entre los que sobresale la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén (335), que se iba a convertir en el lugar más santo de la cristiandad. Estas iniciativas activaron la peregrinación de manera definitiva, que realizaban a menudo destacados representantes del Imperio. Algunos incluso decidían quedarse a vivir en la zona, próximos al lugar en el que, según la Biblia, estaba el valle de Josafat, donde tendría lugar el Juicio Final.

El siglo VI es el de mayor apogeo de la Jerusalén cristiana, sobre todo durante el reinado de Justiniano (527-565). La situación cambia en el año 638. Los musulmanes toman la ciudad, la integran en su ideario espiritual -desde ella había ascendido Mahoma al cielo- y la confirman como su tercera ciudad santa, tras La Meca y Medina, y recomiendan la peregrinación hasta ella. Los nuevos gobernantes actúan con cierta tolerancia y permiten un limitado culto judío y cristiano, que consideran religiones próximas.

Los peores momentos llegan en la segunda mitad del siglo XI, cuando los turcos selyúcidas reprimen la peregrinación. Esta situación sirve a los cristianos, con el papa Urbano II a la cabeza, para justificar la primera cruzada, que toma la ciudad (1099), que vuelve a abrir el camino de la peregrinación durante casi un siglo. Reconquistada por Saladino (1187), este tolera el culto cristiano, pero establece un impuesto para los peregrinos. En los siglos siguientes, superadas las cruzadas y asentado el dominio musulmán, la peregrinación, a pesar de las dificultades, se mantuvo. En el siglo XVI el sultán Solimán estableció los espacios de culto para las tres religiones, una organización que, a grandes rasgos, se ha mantenido hasta el presente.

Actualmente la romería católica a Jerusalén -tienen presencia en la ciudad varias ramas del cristianismo- se concentra en el Cenáculo, que rememora la Última Cena; el monte Sión, donde Jesús fue condenado a muerte; la imprescindible basílica del Santo Sepulcro, que acoge el Calvario y el lugar que la tradición considera el del enterramiento de Jesús hasta su resurrección; la cripta de Santa Elena, en la que esta habría encontrado la cruz de Cristo (la Vera Cruz); la basílica de la Dormición, situada donde supuestamente vivió y murió María; y el monte de los Olivos, muy relacionado con la vida de Jesús -Predicación, Pasión, Ascensión al Cielo.

Nunca tuvo eco la peregrinación a Jerusalén en el ámbito jacobeo-compostelano, ya fuera por la enorme distancia entre ambas ciudades o por la competencia que aquella podía suponer para Santiago. Sin embargo, los interesados en ahondar en los orígenes de la tradición jacobea tienen motivos para visitar Jerusalén.

La mayoría de los espacios vinculados a la vida de Jesús se relacionan también con Santiago el Mayor, testigo privilegiado de las enseñanzas de su maestro. Partiendo de esta relación, basada en la identidad misma del hecho fundacional del cristianismo, no fue difícil que algunos empezaran a referirse a la ciudad de Santiago, ya en la Edad Media, como “la Jerusalén de Occidente”. La expresión puede parecer interesada, pero tenía lógica referida al extremo de Europa desde el que necesariamente tenía que jugar Compostela, sede de una tumba apostólica. Además, es sabido que para conocidos peregrinos históricos la romería a Santiago formaba parte, antes o después, de unos mismos objetivos espirituales que los llevaban también a Jerusalén. [MR]

V. Jerusalén, peregrinación a / Tierra Santa


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