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El libro referencial del cristianismo, la Biblia, es la única fuente sobre la vida del apóstol Santiago el Mayor. No se conoce ninguna otra coetánea o próxima al tiempo del Apóstol que ofrezca datos sobre él. Habría que ir como mínimo a los siglos VI-VII para encontrar alguna nueva y brevísima referencia.

La información bíblica aparece en el Nuevo Testamento, centrado en la vida de Jesús, sus apóstoles y el período inicial del cristianismo. Como sucede con la mayoría de los apóstoles, las noticias sobre Santiago son casi siempre indirectas, brevísimas y desparramadas aquí y allá, en función de la propia actividad de Jesús. Presentan además dificultades de identificación debido a los fragmentarios e imprecisos datos, lo que llevó a confundir a veces a Santiago el Mayor con los otros tres “Santiagos” citados en estos textos.

Nos referimos a Santiago Alfeo -también apóstol- y a los discípulos Santiago el Menor y Santiago el Justo. Actualmente, sin embargo, estas confusiones, a veces interesadas, están en gran medida superadas y existe un consenso básico sobre los momentos en los que la Biblia se refiere a Santiago el Mayor, identificado casi siempre como hijo de Zebedeo o en relación con Juan el Evangelista, su hermano y también apóstol. En ningún caso se cita en la Biblia como Santiago el Mayor, sobrenombre surgido posteriormente para diferenciarlo de los otros Santiagos del Nuevo Testamento y, en cierta medida, para poner de relieve ante los creyentes santiaguistas su preponderancia entre los seguidores iniciales de Jesucristo.

Por lo tanto, ante el hecho, como decimos, de que la Biblia canónica -la versión reconocida por la Iglesia- es la única fuente sobre la vida de Santiago el Mayor, dejemos constancia expresa de todos los pasajes del Nuevo Testamento en los que se cita. Sucede en los textos evangélicos de San Mateo, San Marcos y San Lucas y en los Hechos de los Apóstoles, obras realizadas en la segunda mitad del siglo I. El Evangelio según San Juan sorprendentemente no se refiere a Santiago, pese a que se atribuye a su propio hermano. Sólo en una aparición milagrosa de Jesús, tras su ascensión a los cielos, alude a él de manera indirecta.

Siguiendo un orden básicamente cronológico, la primera vez que nos encontramos con Santiago es en la visita que Jesús realiza a la ribera del lago Tiberíades con la intención de convertir a los pescadores de peces en “pescadores de hombres”. Entre los primeros que convence figuran las parejas de hermanos Pedro y Andrés y Santiago y Juan, que lo abandonan todo para seguirlo. Así se narra, sin grandes diferencias, en Mateo 4, 18-22; Marcos 1, 16-20; y Lucas 5, 1-11.

Las referencias, siempre desperdigadas y breves, como sucede con casi todos los apóstoles, a excepción de Pedro, nos llevan a continuación al momento en que Jesús designa a Santiago como uno de sus doce apóstoles (Mateo 10, 1-4 y Lucas 6, 12-16). El hijo de Dios aprovecha este instante para darle a él y a su hermano Juan el sobrenombre de Boanerges, vocablo interpretado en el Evangelio según San Marcos como “hijos del trueno” (Marcos, 3, 13-19), sin ofrecer más explicaciones. Se atribuye este sobrenombre al posible carácter fuerte e impulsivo de los dos hijos de Zebedeo. Como prueba, se cita el pasaje en que Jesús corrige la actitud excesivamente vehemente de los dos hermanos, indignados con unos samaritanos que no lo quieren recibir. “Señor [preguntan] ¿quieres que digamos que baje del cielo un rayo que los parta?” (Lucas 9, 51-56).

La posición relevante que Santiago ocuparía en la relación con Jesús se basa en varios hechos. Se ha destacado el orden en que aparece citado en la lista de los doce: habitualmente después de Pedro -siempre el primero- en alternancia en segundo o tercero lugar con Andrés (Mateo 10, 2-4; Marcos 3, 14-19; Marcos 13, 3; Lucas 6, 14-16; y Hechos 1, 13). Pero, sobre todo, lo que evidenciaría la alta consideración de Santiago son algunos pasajes clave de la vida de Jesús en los que lo acompaña entre su grupo de íntimos. Así sucede cuando lo elige, con su hermano Juan y Pedro, para presenciar la resurrección de la hija de Jairo, jefe de la sinagoga de Cafarnaún (Marcos 5, 21-37; y Lucas 8, 40-51). Vuelve a ser escogido, con los dos anteriores, para contemplar la transfiguración de Jesús como hijo de Dios (Mateo 17, 1-3; Marcos 9, 2-4; y Lucas 9, 28-31).

Pudo ser esta proximidad de los hermanos Zebedeo con Jesús lo que los animaría a solicitarle el privilegio de sentarse a su derecha e izquierda en el futuro Reino de los Cielos, petición a la que los demás apóstoles responden con enfado y el Maestro les aclara, en una de las citas evangélicas más conocidas, que él no vino al mundo a ser servido, sino a servir. En San Mateo 20, 20-28 se señala que es “la madre de los hijos de Zebedeo” quien realiza la petición, en tanto que en San Marcos 10, 35-45 se dice que lo hacen los dos hermanos.

Pese a lo anterior, Jesús no pierde la confianza en los Zebedeo. Es a ellos y a los también hermanos Pedro y Andrés a quien anuncia (Marcos 13, 1-37) su vuelta al final de los tiempos -“el sol se oscurecerá, la luna dejará de alumbrar, las estrellas caerán del cielo”- para salvar a los elegidos. Los evangelios de San Mateo y San Lucas, sin embargo, no especifican los destinatarios de esta trascendental revelación escatológica, fruto de tantas matizaciones e interpretaciones a través de los tiempos.

Santiago Zebedeo aparece por última vez relacionado con Jesús, cuando lo elige, con Juan y Pedro (Mateo 26, 36-46 y Marcos 14, 32-42), para que le haga compañía mientras ora en un lugar apartado del huerto de Getsemaní -monte de los Olivos- en los momentos previos a su detención y crucifixión. Ninguno de los tres será capaz de permanecer despierto durante el último momento íntimo de su maestro.

Tras la muerte y resurrección de Jesús se alude a Santiago de forma indirecta como un miembro más del grupo de los apóstoles a los que aquel se les aparece tras su resurrección, convidándolos a anunciar la nueva fe (Mateo 28, 16-20; Marcos 16, 14-18; Lucas 24, 36-49; Juan 20; y Hechos 1, 6-8). De manera nominal, únicamente figura en los Hechos de los Apóstoles 1, 12-14 formando parte de los discípulos que, tras la citada aparición, vuelven a Jerusalén para dedicarse a la oración. La última referencia en vida de Santiago la encontramos en el Evangelio según San Juan (21, 1-4), en una nueva aparición de Jesús a varios discípulos que pescaban en el lago Tiberíades. Entre ellos estaban, se dice, “los de Zebedeo”.

Interpretando los Hechos de los apóstoles (8, 1), puede considerarse que Santiago permaneció en Jerusalén en los primeros tiempos después de Jesús, ya que se dice que tras las primeras persecuciones a los cristianos, que se produjeron pronto, todos marcharon y se dispersaron, “excepto los apóstoles”. Tras estos sucesos, se alude por última vez a la permanencia de todos los apóstoles en Jerusalén y Judea (Hechos 8, 14) al anunciar la partida de Pedro y Juan, que marchan a predicar a la vecina Samaria. Desde este momento, ninguna otra fuente bíblica permite especular con cierto fundamento sobre la actividad de Santiago.

Sólo su muerte volverá a atraer la atención de los autores del Nuevo Testamento. Nos referimos al pasaje de su muerte “con la espada” por orden del “rey Herodes” para satisfacer a los judíos contrarios a los cristianos (Hechos 12, 1-3). Resulta una referencia muy escueta, pero permite asegurar con cierta lógica, a través del análisis y contraste de los textos bíblicos, que fue ejecutado hacia el año 44 en Jerusalén, que sería Herodes Agripa I quien dio la orden y que se convirtió en el primer apóstol en sufrir el martirio, o sea, en el protomártir del colegio apostólico, algo que los santiaguistas siempre destacaron con orgullo. [MR]


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