XacopediaErasmo

Humanista neerlandés de expresión latina (Rotterdam 1469-Basilea 1536). Clérigo regular de San Agustín y sacerdote. Incómodo en la vida religiosa, que veía llena de ignorancia, se dedicó a las letras clásicas y, por su fama de latinista, consiguió dejar el monasterio. Entre 1493 y 1516 viajó por diversos países. Estuvo al servicio del obispo de Cambrais, estudió en la Universidad de París y se dirigió a Inglaterra, donde conoció a John Colet y a Thomas Moro. De allí fue a Italia, país en el que obtuvo el grado de maestro y doctor en Teología por la Universidad de Turín. Pero Erasmo fue, sobre todo, un gran humanista. Ante lo que él consideró corrupción de la lengua de Cicerón, impulsó el retorno de las auténticas fuentes del latín, resucitando a los clásicos.

En Venecia conoció a Aldo Manucio, uno de sus editores. En 1508 apareció la edición completa de sus Adagios, colección de sentencias griegas y latinas que, junto con el Manual del soldado cristiano (1503), le valieron para darse a conocer en Europa. Esta última obra contenía ya las principales prácticas e ideales de la reforma protestante. En 1509, durante uno de sus viajes a Inglaterra, escribió la más famosa de sus obras: Elogio de la locura [Stultitiae laus] publicada en París dos años después. Se valió de la sátira y del sarcasmo para poner al desnudo la decadencia moral de su tiempo y, especialmente, de la Iglesia. Condenó las indulgencias, esenciales para la peregrinación, y toda la práctica de devoción formal tan decisivamente como lo hizo más tarde Lutero. Contra las obras meritorias, la religiosidad formalista y las reglas monásticas está, según Erasmo, la verdadera religiosidad, que es fe y caridad, conforme a las enseñanzas de los evangelios.

Cuando se desencadenó la Reforma, Lutero se dirigió a Erasmo, que había sido su precursor, para pedir su apoyo, pero Erasmo se negó. Con el fin de mantenerse neutral, rechazó la oferta del capelo cardenalicio que le ofrecía el papa Pablo II en 1535.

En Cambridge impartió clases hasta 1517 como profesor de Teología. Después enseñó en Lovaina, pero la lucha religiosa le obligó a abandonar esta ciudad y a instalarse en Friburgo.

Otras obras destacadas de Erasmo son los Colloquia familiaria, Prefacios al Nuevo Testamento y los escritos pedagógicos, de los que hay que nombrar Derationestudii (1511), programa del humanismo alemán.

Tras siglos de extraordinario auge durante la Edad Media, época en la que Compostela se convierte en centro espiritual y cultural de Europa, a finales del XVI las peregrinaciones sufrieron un considerable retroceso. La aparición de la Reforma protestante europea, con figuras tan relevantes como Erasmo de Rotterdam y Lutero, supuso un duro golpe, pues significó la desaparición de gran número de fieles europeos, sobre todo de alemanes e ingleses, a la vez que los franceses se mostraron más reacios al apoyo de este fenómeno. A esto se añade la actitud de la Santa Inquisición, que sospecha de cualquier alemán que recorra la senda hacia Compostela, y de la picaresca, que provoca que muchos vagabundos se aprovechen de los peregrinos. La pugna entre las sedes de Santiago y Toledo ya en el siglo XIII había llevado al arzobispo de esta ciudad a una actitud muy crítica respecto a la autenticidad de las reliquias compostelanas que, por otro lado, también era cuestionada por Toulouse, donde decían conservar parte de esos restos. Erasmo de Rotterdam también se unió a estas críticas.

De acuerdo con su pensamiento, condena muchas formas de piedad popular y, entre ellas, las peregrinaciones, en busca de ventajas materiales relativas a la salud. “Hay quien llega a ir a Jerusalén, a Roma y hasta a Santiago de Compostela, en donde nada tienen que hacer”, afirma en su Elogio de la locura. Otro de los diálogos que introduce para cuestionar el Camino de Santiago lo protagoniza Ogygius, que vuelve muy satisfecho de una peregrinación a Santiago, realizada por devoción para agradecer un nacimiento deseado. Su contrincante es el incrédulo Menedemus. Al final, confiesa el progresivamente compungido Ogygius, que en la meta del peregrinaje se quejaban cuando él estuvo allí porque son menos los visitantes y, por tanto, menos los ingresos. [IM]


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