XacopediaPuerta Santa de Santiago

Desde la primera mitad del siglo XVI, previsible momento de su creación, se convirtió en la más famosa y popular puerta de la catedral de Santiago de Compostela. Modesta apertura en la cabecera catedralicia que da a la plaza de A Quintana, es el símbolo por excelencia de los años santos compostelanos, al estar abierta únicamente cuando estos se celebran, lo que sucede cada 6, 5, 6 y 11 años. A esta simbología ya relevante para muchos fieles, une el hecho de comunicar casi de inmediato al peregrino con el altar mayor, donde se encuentran la cripta sepulcral de Santiago y, sobre esta, la popular imagen medieval destinataria del popularísimo abrazo al apóstol.
Desde muy antiguo, también se conoce como la Puerta de los Perdones y secundariamente del Perdón, enlazando con la alegoría de expiación que el paso por ella quiere representar. En los últimos años esta denominación apenas se utiliza.
La Puerta Santa de Santiago se abre en la media tarde de cada 31 de diciembre que precede al inicio de un año santo. Una gran comitiva eclesiástica, peregrinos y fieles se reúne en la plaza de A Quintana, encabezada por el arzobispo compostelano, encargado de la apertura mediante un antiguo ritual que sufrió alguna variación a través del tiempo.
El momento culminante llega cuando el prelado da tres golpes con un martillo de plata, realizado para la ocasión, sobre el muro de lajas que tapian la puerta y que se colocan especialmente para ese instante el día anterior. Las piedras se desmoronan de inmediato. Unos operarios las apartan rápidamente hacia los lados mientras los sacerdotes limpian con ramas de olivo y agua bendita todo el perímetro de la puerta. El arzobispo es el primero en entrar. Un ritual parecido sirve para cerrarla, en la tarde del 31 de diciembre de cada año jubilar.
El paso por la Puerta Santa no es obligatorio para que los fieles católicos ganen las indulgencias especiales que se conceden con motivo del jubileo. Es, sin embargo, un ritual emocionante y muy popular, tanto para los peregrinos que llegan a la ciudad por el Camino de Santiago, tras largas jornadas de esfuerzo, como para los que lo hacen en los medios de transporte modernos. Lo evidencian las largas filas que durante los años santos se forman ante ella. Es un acto que no repara en emociones. Para el peregrino que llega a la ciudad a pie, representa la culminación física y espiritual del Camino. Muchos aprovechan para reforzar la eficacia del rito pasando la yema de los dedos por la pequeña cruz grabada en uno de los marcos. Tiene además una función práctica evidente en los masificados años santos, al facilitar un acceso casi inmediato al camarín del Apóstol sin afectar a los demás aspectos del culto en la catedral.
La puerta -y el hecho de cruzarla- presenta una clara relación simbólica con los ritos de paso, con una nueva vida, con la revelación. Sobre su origen hay dos posturas. La que mantiene que es anterior a la del año santo romano y la que sostiene que surge inspirada en este. Los primeros llegan a defender su existencia en la iglesia prerrománica que en el siglo XI dio paso a la catedral. No se conserva ninguna prueba que lo confirme. También se han planteado dudas sobre el origen de su ritual, que pudo haber estado relacionado con otro existente en la Diócesis portuguesa de Braga. Se ha apuntado incluso como precedente remoto, ciertos rituales del perdón a los penitentes.
La segunda posición sostiene que la Puerta Santa de Santiago que hoy conocemos, situada entre las capillas del Salvador y la Azucena, se inspira en una ceremonia iniciada en los años santos de Roma del siglo XV. Es la teoría con más fundamento histórico. La primera Puerta Santa romana fue la de la iglesia del Salvador -o San Juan- de Letrán, abierta en el Jubileo extraordinario de 1423. Sin embargo, algunos testimonios dan a entender que ya en el Año Santo de 1400 -e incluso antes, en el siglo XIV- funcionaba esta puerta en dicha iglesia.
La puerta de la basílica de San Pedro, la más famosa, era ya muy conocida en el Jubileo de 1450, si nos atenemos al testimonio de un comerciante florentino, que escribió que era tal el fervor que despertaba que, tras su apertura, los fieles recogían sin demora los escombros del muro que la tapiaba “para llevarlos a sus casas como reliquias santas”, una costumbre que también se conserva en Santiago.
Fue el famoso y controvertido papa Alejandro VI, de origen valenciano, quien con motivo del Año Santo romano de 1500 crea la actual Puerta Santa de la basílica de San Pedro, define el ritual del que surgió la ceremonia actual y, por último, establece que en adelante el jubileo romano se inicie oficialmente con su apertura y la de las otras tres similares establecidas en las iglesias mayores de la ciudad -Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros- y concluya con el acto de su cierre. Como sucederá también en Santiago, el punto culminante de la ceremonia de apertura llegaba cuando, al tiempo que un coro cantaba que aquella era la puerta por la que los justos entrarían en la casa del Señor, el pontífice golpeaba en ella tres veces con un martillo para que se abriera. Tras la retirada de los escombros, el papa era el primera en cruzarla.
El uso del martillo para derribar la tapia de la puerta se ha interpretado como un revelador ejemplo para el cristiano, que debía abrir la puerta celestial con esfuerzo y decisión. El papa, como decimos, era el encargado de abrir y cerrar la puerta de la basílica de San Pedro, en tanto que legados suyos se encargaban de las otras tres. Este ritual sólo sufrió esporádicas adaptaciones a lo largo de los siglos y sirvió de inspiración al compostelano.
No menos relevante es conocer el significado espiritual de la Puerta Santa compostelana. La fuente vuelve a ser Roma, que a su vez, se inspira en la Biblia, en el sentido de renovación del antiguo jubileo judío y en el Evangelio. La principal referencia son las palabras que Juan (10, 9) atribuye a Jesús: “Yo soy la puerta; si uno entra por mí, se salvará.” También en el Apocalipsis (3, 8) dice: “Abrí delante de ti una puerta que nadie puede cerrar.”
Las puertas santas simbolizan, por lo tanto, un rito de paso: el de la persona que, mediante la penitencia y la fe en Cristo -“Yo soy el camino”, dice en el Evangelio de Juan, 14, 6-, logra cruzar el umbral que lo comunica con la divinidad. En definitiva, la metáfora del ser peregrino que, a través del sufrimiento y la renuncia, alcanza la puerta que da acceso a Dios.
En esta concepción radicaría el hecho de que, con alguna excepción, las puertas santas nunca son grandes puertas principales, sino preferentemente puertas secundarias, estrechas puertas que quieren demostrar al peregrino que el camino de la salvación es el de la humildad y la penitencia.
La Iglesia interpreta las puertas santas como símbolo de la inagotable capacidad de perdón de Cristo, pero el jubileo no se gana por el simple hecho de cruzarlas. Lo dejó claro el papa Juan Pablo II cuando dijo, con motivo del Jubileo romano de 2000, que la Puerta Santa “evoca el paso que cada cristiano está llamado a dar del pecado a la gracia”. La remisión de las penas impuestas por los pecados que de forma extraordinaria concede la Iglesia mediante los jubileos es necesario lograrla cumpliendo las exigencias que en cada caso particular se establecen. Pese a ello, la Puerta Santa -ya sea la romana o la compostelana- se ha evidenciado como el mecanismo que de manera más visible y popular simboliza esos períodos de especial perdón que la Iglesia propone a través de los años santos.
El origen de la Puerta Santa compostelana es incierto. Data previsiblemente de los tiempos del ilustrado arzobispo Alonso Fonseca III, en cuyo mandato se celebraron los jubileos de 1507, 1512 y 1518. Esto significaría que el ritual establecido por Alejandro VI para el Jubileo romano de 1500 tuvo una pronta repercusión en Compostela, orgullosa de ser la segunda ciudad jubilar del mundo y con una vieja tradición de imitar a Roma en cuanto se considerara beneficioso para resaltar su santuario. Sin embargo, hay una corriente de opinión, próxima a la Iglesia local, que sostiene que la Puerta Santa compostelana es anterior a la tradición romana y que aquella inspiraría a esta. De nuevo, la falta de datos concretos impide la confirmación.
Las investigaciones más contrastadas sostienen, como decimos, que la actual Puerta tendría su origen en la primera mitad del siglo XVI, tanto en su emplazamiento como en sus objetivos. Abierta en un vano entre sendas capillas de la girola, hay dos teorías sobre su origen. Para unos se trataría de una puerta del siglo XII, heredera de otra existente en la iglesia a la que sustituyó la actual catedral y que facilitaba el paso a los monjes del convento de San Paio, custodios durante varios siglos del sepulcro de Santiago. Otros sostienen que se abrió ex profeso en la primera mitad del siglo XVI para incorporar el simbolismo romano de la Puerta Santa al santuario compostelano. La cuestión no está resuelta.
Durante el siglo XVII se le añadió en el exterior un teatral telón barroco a modo de pórtico de moderadas proporciones, que dejó entre este y la puerta propiamente dicha el angosto y pequeño recibidor que hoy se contempla. En este espacio se conservó algún sepulcro y varias laudas en el suelo, que recuerdan cuando la plaza de A Quintana era cementerio. Las obras las realizaron en 1611 los gallegos Jácome Fernández y González de Araújo, completándolas Peña de Toro y Domingo de Andrade.
El pequeño pórtico se cerró con una reja de hierro (1744) y se decoró en los laterales con doce pequeñas esculturas -seis a cada lado- en 1611 y con las veinticuatro actuales -doce a cada lado- hacia 1660. Procederían del tristemente desaparecido coro pétreo medieval de la basílica (s. XII), atribuido al legendario maestro Mateo y desmontado en el siglo XVII. Para otros, serían piezas, sólo en parte, de origen medieval, sustituidas en muchos casos de forma total o parcial debido a los desperfectos ocasionados por la gente y el tiempo. Se sabe, por ejemplo, que cinco de estas delicadas esculturas fueron restauradas para colocarles nuevas cabezas a mediados del siglo XIX. Se refiere el conjunto a personajes bíblicos -se apuntó que podrían formar parte de una representación de los veinticuatro ancianos del Apocalipsis- y tienen una función más decorativa que simbólica.
El conjunto se culminó hacia 1694 con tres esculturas del artista local Pedro del Campo correspondientes a Santiago -en el centro- y a los dos discípulos a los que la tradición atribuye la custodia de su cuerpo en Galicia, Teodoro y Atanasio. Están ataviados como peregrinos. Junto con las esculturas señaladas, forman los llamados popularmente “veintisiete de la Puerta Santa”. El conjunto resultante ha sido criticado en alguna ocasión por un cierto sentido monumentalista, ajeno a la tradición de intimidad, que el paso del pecado a la gracia supone y que la Puerta Santa católica quiere escenificar. Pero afortunadamente es el que hoy siguen contemplando los turistas y peregrinos, y decimos afortunadamente porque esa simbología estuvo a punto de quedar desvirtuada por completo si se hubiese llegado a realizar la gran puerta santa neoclásica proyectada a finales del siglo XVIII.

El interior////
En el interior, la Puerta Santa, que da acceso a la girola y a la cripta del Apóstol, se abre entre las capillas del Salvador y San Pedro, de gran tradición jacobea. La flanquean dos estatuas procedentes del antiguo coro pétreo medieval. Dos pilas de agua bendita, donde los peregrinos mojan los dedos para santiguarse después de pasarlos por las pequeñas cruces esculpidas en las jambas de la Puerta, completan el conjunto, que en su parte superior muestra una inscripción en latín en la que se lee que esa “es la casa de Dios y la puerta del cielo” (Génesis, 28, 17) y una vidriera (1896) de Santiago peregrino. A ambos lados aparecen las esculturas del profeta Ezequiel y del apóstol Judas Tadeo, ambas procedentes del desaparecido coro pétreo medieval.
La historia reciente de la Puerta Santa la escribieron los millares y millares de peregrinos que hicieron interminables filas para entrar por ella, pero también algún hecho lamentable, como el atentado sufrido por una de sus esculturas en 1982.
En los últimos años sólo se intervino para dotarla en 1992 con una nueva hoja de madera que se pudo contemplar durante los años santos siguientes. La realizó el escultor gallego Francisco Leiro. Representó en ella la tradición de la translatio, la llegada por mar a Galicia de los restos mortales del Apóstol. No todos lo consideraron un mensaje idóneo a la simbología de rito de paso atribuida a la famosa Puerta Santa.
Con vistas al año jubilar de 2004, en diciembre de 2003 se instaló una nueva hoja, visible en este caso desde el pórtico exterior cuando el conjunto está cerrado. La financiaron una treintena de empresas y comerciantes compostelanos y está formada por seis relieves en bronce con imágenes de la vida de Santiago. Su autor fue el escultor compostelano Suso León. La usada anteriormente de forma habitual era, sin duda, modesta y poco agraciada. [MR]


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