XacopediaTolosana, Vía

También conocida como Camino de Arles. El itinerario medieval compostelano por el sur de Francia, utilizado por alemanes, suizos, borgoñones, italianos y provenzales, aprovecha en parte la traza de las antiguas calzadas, en esta zona bien definidas por tratarse de una área intensamente romanizada, con presencia de ciudades como el Forvm Julii (Fréjus), Aquae Sextiae (Aix), Nemausus (Nimes), Arelate (Arles) o Narbo (Narbona). Arles, junto con su entorno, ya constituía una gran encrucijada en la antigüedad (confluencia de las vías Aurelia, Domicia, Agrippa), y dicha centralidad, por disponer de un inagotable depósito de reliquias de santos y mártires, se mantiene en el medievo. Con todo, el auge del santuario de Saint-Gilles llegó a cambiar el nombre del itinerario arletanense, entonces también conocido como Aegidiano, que tan sólo al aproximarse al Garona, por la presencia de la ciudad de Saint-Sernin, adquiere el nombre de Vía Tolosana.

La guía calixtina define con cierta vaguedad la ruta, certificando la existencia de un completo relicario compuesto por los cuerpos de Trófimo, Cesáreo, Honorato, Ginés y centenares de mártires en la necrópolis de Les Alyscamps (todos en Arles), San Gil (Saint-Gilles-du-Gard), San Guillermo de Gellone (Saint-Guilhem-le-Désert) o San Saturnino (Toulouse). La fiebre por las reliquias podía completarse con desvíos hasta Saintes-Maries-de-la-Mer, donde era tradición que habían desembarcado María Jacoba, hermana de la Virgen; María Salomé, madre de Santiago el Mayor y San Juan, con su sirvienta Sara; Lázaro el resucitado, con sus hermanas Marta y María Magdalena, y Maximino y Sidonio. La tumba de Santa Marta tampoco distaba mucho de Arles, en Tarascón.

Reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en 1998, la Vía Tolosana había sido comenzada a señalizar en los años ochenta, y hoy es el segundo itinerario jacobeo, pese a su dureza, más concurrido de Francia. Su infraestructura viaria ha sido mejorada recientemente, sobre todo en los trayectos urbanos de Montpellier o Toulouse, antes sumamente confusos, y con la ampliación de las gîtes de acogida. Pero del mismo modo que sucede con el Camino de Le Puy y otras rutas, la identificación como grand randonnée (GR-653) impone sus normas, y lo convierte en una vía que en muchos tramos se convierte en dura senda para montañeros, así en su paso por el Macizo Central, o en artificioso intento de evitar el asfalto, por ejemplo en el acceso a Toulouse, donde muchos optan por el recorrido peatonal y cicloturista, plano y directo, del Canal du Midí. Estas circunstancias explican que se esté reactivando, como ya había ocurrido en la Edad Media, el más cómodo paso por Narbonne, Béziers y Carcassonne, coincidente con el Camino del Piémont.

Por otra parte, es conveniente tener en cuenta que el Camino de Arles lo era de doble sentido: tanto para desplazarse a Compostela, uso mayoritario, como para hacerlo en el sentido de Roma, y que el segundo uso -una vez concluida la señalización de la Vía Domicia y, en Italia, de la Vía Francígena-, también se está comenzando a reactivar tímidamente.

Entre Arles y Saint-Gilles los peregrinos atraviesan la Alta Camarga, planicie sedimentaria formada en el gran delta del Ródano, drenada a finales del siglo XIX, con sus manadas de caballos, toros de lidia, y las típicas cavanes de gardian con el techo de paja. Al superar el Pequeño Ródano a las puertas de Saint-Gilles, se abandona la Provenza para entrar en el Languedoc. Saint-Gilles fue un centro de peregrinación mayor en el medievo, y de su iglesia monástica sobresale muy especialmente la fachada, donde la escultura románica muestra su proximidad a los modelos clásicos de la antigüedad. Bordeando la Pequeña Camarga, salpicada de lagunas, el Camino atraviesa los amplios y ordenados viñedos de la D.O. Costières-de-Nîmes para aproximarse a Vaubert, cuya iglesia es también un renombrado santuario mariano. Poco después, en Gallargues-le-Montueux se mantienen algunos elementos góticos en la fachada del que fue hospital de Saint-Jacques.

En las inmediaciones de Montpellier encontramos la cita más antigua sobre una “vía publica sancti Jacobi” (1132). Básicamente moderna, la ciudad evoca a su santo más venerado, compañero inseparable de los peregrinos y con un gran culto popular tanto en Francia como en España: San Roque. La catedral de Saint-Pierre solo conserva de su fábrica medieval un gran porche. Junto al acueducto del siglo XVIII, lentamente se va dejando atrás la zona urbana para buscar cobijo en el valle del Mosson, por un terreno ondulado ocupado por pinares, garrigas y encinares, que se prolongan hasta Aniane; nada queda, en el lugar, de la abadía benedictina fundada por el noble visigodo Saint-Benoît (s. IX). Cerca de Aniane la vía cruza el Hérault justo antes de penetrar en un cañón calizo, por un atrevido puente dicho del Diablo. En medio de la garganta se encuentra Saint-Guilhem-le-Désert, acaso el pueblo más bello de la ruta, que además cuenta con su iglesia abacial románica y con la tumba de Guillermo de Orange, guerrero y santo, protagonista de un cantar de gesta.

A través de los derrames meridionales del Macizo Central, en un primer tramo por un monte de tipo mediterráneo, se alcanzan las vertientes húmedas del Parque Natural del Alto Languedoc, ocupadas por densos bosques repoblados con robles, hayas, pinos o abetos. En tan agreste territorio no faltaban los apoyos al peregrino, que adquirían la forma de una rigurosa orden desgajada del Císter en el priorato de Saint-Michel-de-Grandmont, de la calurosa acogida benedictina en la abadía de Saint-Pierre-aux-Liens (Joncels) o de una encomienda templaria en Lunel. Las poblaciones que prestan su asistencia al caminante son Saint-Jean-de-la-Blaquière, Lodève (con la catedral de Saint-Fulcram, ss. XIII-XIV), Joncels, Lunas, Saint-Gervais-sur-Mare, Murat-sur-Vèbre, La Salvetat-sur-Agout, Anglès o Boissezon.

Completada esta dura semana de marcha por la montaña, en Castres (catedral de Saint-Benoît e iglesia de Saint-Jacques) accedemos a la planicie tolosana, regada por el río Garona, lo que facilita el tránsito, no lejos de las abadías de En Calcat, Sainte-Scholastique y Sorèze, hasta la regular bastida de Revel. Aprovecha aquí la ruta la colosal obra de ingeniería del Canal du Midí, declarado Patrimonio de la Humanidad, para aproximarse al obelisco de Riquet, que rinde homenaje a quien superó los inconvenientes técnicos de su diseño, y el Seuil de Nauroze, con su inteligente juego de esclusas. El propio canal se convierte en una opción cómoda y agradable para alcanzar el centro de Toulouse, aunque el camino histórico discurre por Montferrand, Avignonet-Lauragais, Villefranche-de-Lauragais, Baziège o Montgiscard.

Toulouse es una populosa capital llena de recuerdos del medievo y la peregrinación, el más sobresaliente la basílica románica de Saint-Sernin. Al cruzar el Garona ya pisamos el territorio histórico de la Gascuña, que en Pibrac rinde devoción a Sainte-Germaine, pastora que fue canonizada en el siglo XIX, con su cuerpo venerado en la iglesia de la orden de San Juan de Jerusalén, y gran basílica románico-bizantina de principios del siglo XX; los sanjuanistas también estaban presentes en el vecino pueblo de Léguevin. El camino rodea L’Isle-Jourdain, que tuvo hospital de Saint-Jacques, para proseguir por la bastida de Gimont, dominada por la torre de ladrillo octogonal (s. XIV) de su iglesia de Nôtre-Dame, claramente emparentada con la de Saint-Sernin de Toulouse. El casco antiguo de Auch, capital de la Gascuña, cuenta con la catedral de Sainte-Marie, iniciada a finales del siglo XV, y el hospital de Saint-Jacques (s. XVIII).

Una sucesión de colinas y cerros, ocupados por bosques, que alternan con los valles, dedicados a la agricultura, hace muy ameno el tránsito por las últimas etapas, con parada en poblaciones como L’Isle-de-Noé (tuvo hospital de Saint-Jacques), Montesquiou (con iglesia gótica y restos de la muralla), el santuario de Nôtre-Dame-de-la-Croix (s. XVII) y la bastida de Marciac (ex colegiata gótica de la Asunción) o Maubourguet (iglesia románica de Saint-Martín), accediendo al Béarn por dos de las que fueron sus antiguas capitales: en primer lugar Morlàas, donde admirar la portada románica de su templo de Sainte-Foy, y rodeada la ciudad de Pau, Lescar, única sede episcopal del vizcondado que preserva su catedral románica de Nôtre-Dame, mausoleo de los últimos reyes de Navarra.

Desde los baluartes de Lescar ya se divisan con nitidez los Pirineos, y a través de Lacommande, cuyo topónimo alude a la encomienda sanjuanista (iglesia de Saint-Blaîse, s. XII), procede cruzar el extenso bosque de Laring para alcanzar Oloron-Sainte-Marie, capital del Alto Béarn. En ella se fundieron dos burgos antaño enfrentados, respectivamente presididos por la iglesia de Sainte-Croix (ss. XI-XII) y la catedral de Sainte-Marie (ss. XII-XIV), con un magnífico pórtico románico. Tan solo resta ascender, por el valle de Aspe (Sarrance, Bedous, Accous, Borce, etc.) y a través del Parque Nacional de los Pirineos Occidentales, hasta Somport, el Sumus Portus (1.632 m), donde la Vía Tolosana enlaza con el Camino Aragonés, que desciende por el río Aragón hacia Jaca. [AP]


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