Obispo de Ávila, hereje hispánico y padre del priscilianismo (ca. 340-385). Se ha especulado sobre la posibilidad de que estuviese enterrado en la catedral de Compostela, en lugar del cuerpo del apóstol Santiago.
En el siglo IV, Prisciliano revolucionó las bases del cristianismo primitivo chocando frontalmente con la Iglesia, por lo que fue acusado de hereje y ejecutado en Tréveris en el 385 por orden del emperador Teodosio. Sus restos ha-brían sido llevados a Galicia por sus seguidores, tal como se cita en la Crónica de Sulpicio Severo, a principios del siglo V. Este traslado estaría relacionado -se dice- con un posible origen gallego de este hereje.
El primer investigador que expuso de manera pública esta posibilidad fue el francés Louis Duchesne quien, en el año 1900, publica en la revista de Toulouse Annales du Midí un artículo bajo el título Saint Jacques en Galice, en el que sugiere que quien en realidad está enterrado en Compostela es Prisciliano, basándose en el viaje que sus discípulos hicieron con sus restos mortales, hasta Galicia. Posteriormente Sánchez-Albornoz y Miguel de Unamuno se hicieron eco de esta hipótesis que ha pasado a convertirse en una teoría muy popular, aunque muy controvertida.
Son muchos los historiadores españoles y extranjeros que la suscriben. Algunos de estos pensadores críticos, que replantearon los cimientos del culto a Santiago en Compostela, son el profesor Henry Chadwick, de Oxford, Américo Castro, Fernando Sánchez Dragó y Ramón Chao.
También Menéndez Pelayo, aunque entiende que “sería temeridad negar la predicación de Santiago apóstol, pero tampoco es muy seguro afirmarla”, no vacila a la hora de abordar esta hipótesis. En ese sentido, expone con extrañeza que las crónicas astures, como la de Alfonso III, no mencionen la aparición del cuerpo del apóstol Santiago en el obispado de Iria Flavia, cuando debía haber sido así. Por su parte, Miguel de Unamuno se pregunta si la sepultura de Prisciliano “disfrazada por la ortodoxia, no sigue siendo lugar de atracción de peregrinos”, en clara alusión a Compostela.
Prisciliano nació en torno al año 340 en un lugar indeterminado, barajándose las posibilidades de que sea gallego, bético, lusitano o incluso oriental. Es un personaje controvertido, misterioso y apasionante del que dice la Crónica de Sulpicio Severo que era “de familia noble, rico, de recio carácter, inquieto elocuente, erudito, muy resuelto para la oratoria y hombre de éxito, si no hubiera corrompido su buen dotado talento con erróneas aficiones […]”.
Vinculó el cristianismo al gnosticismo, al encratismo y a las prácticas mágicas y astrológicas. El gnosticismo es un sistema de filosofía religiosa, mezcla de la cristiana con creencias judaicas y orientales, cuyos partidarios pretendían poseer un conocimiento completo y trascendental de la naturaleza y los atributos de Dios. Según Menéndez Pelayo, había ejercido las artes mágicas desde su juventud e incluso había tomado contacto con las artes célticas y druídicas y con las doctrinas arcanas de Oriente.
Se cree que fue durante su estancia en Burdeos, adonde había acudido para formarse con el retórico Delphidius, cuando Prisciliano descubre el cristianismo primitivo con tintes judaicos, maniqueos y orientales. En torno al 370, fundó en esta ciudad una especie de comuna ascética de carácter liberal junto a su mentor y la esposa de este, Eucrocia. En ella se meditaba, se dejaba participar a las mujeres y no se prohibía el matrimonio entre clérigos, aunque se aconsejaba la castidad. Además, Prisciliano condenaba la esclavitud y rendía culto a la naturaleza. Abogó por la interpretación personal de los textos evangélicos, planteando el principio del libre examen y exigió que la Iglesia volviera a unirse a los pobres.
Se dice que en torno al 379 comienza la predicación de sus ideas, logrando impacto entre todos los estratos sociales, incluyendo muchas familias influyentes de casi todas las provincias hispanas. A su llegada a Galicia -fecha indeterminada- el éxito de sus doctrinas adquirió una gran dimensión, extendiéndose hasta Portugal e inquietando seriamente a la Iglesia oficial.
En el año 385 fue condenado por inmoralidad y magia, y decapitado junto a otros seguidores de esta corriente -Eucrocia, Armenio, Latroniano, Felicísimo, Aurelio y Asarlo- sin que sirviese la intercesión de destacados personajes católicos como Martín de Tours.
Según el escritor orensano Méndez Ferrín, con su muerte, “no acabó el movimiento por él iniciado, ya que es a partir de ese momento cuando comenzará a desarrollarse con más vigor, y más -aclara- en Galicia”. Fue inicio, sin embargo, de un proceso de persecución de anacoretas, vegetarianos, ascetas y todo lo que tuviera trazas de priscilianismo, llevado a cabo por la Iglesia para tratar de frenar la expansión y depurar las raíces de esta corriente.
En cuanto a la traslación de sus restos a Galicia, que se realizó según Sulpicio Severo el año 389, se teoriza, sin referentes históricos, que se pudo haber hecho a través de la ruta que luego seguirían los peregrinos a Compostela, iniciándose así el Camino de Santiago, cuatro siglos antes de que comenzara la peregrinación histórica conocida.
La vinculación de Prisciliano con Santiago sigue suscitando debate, ya que para algunos no ha sido cerrada la cuestión sobre la identidad de los restos guardados en la catedral compostelana. El escritor y periodista Ramón Chao se posiciona claramente a favor de Prisciliano y asegura, tras haber investigado sobre la cuestión, que “Santiago, en Galicia, no tiene el valor mítico que representa en Europa o en Brasil. Santiago es un santo turístico, y su mito nació como una necesidad política, social y militar de los cristianos europeos. […] El apóstol -prosigue- fue decapitado por Herodes en Jerusalén en el año 42 y enterrado en Palestina. Con el carbono 14 radiactivo sería muy fácil probar que los restos de la catedral son de un hombre del siglo I, pero nunca se ha hecho. No han querido hacer esa prueba, que sería definitiva”.
A Prisciliano se le siguió rindiendo culto en Gallaecia, donde su éxito estuvo ligado con la irrupción del pueblo suevo, que vio en su herejía un interesante elemento de cohesión interna y diferenciación con el resto de la península. El priscilianismo se mantuvo en esta tierra hasta los concilios católicos de Braga de 561 y 572, es decir, hasta poco antes de la caída del reino suevo.
Según Xosé Luis Méndez Ferrín, la posibilidad de la presencia de Prisciliano en la catedral siempre ha sido muy bien vista por los galleguistas, incluso por muchos cristianos: “El hereje gallego, heredero de un cierto panteísmo céltico y verdadero cristiano evangélico y distanciado de los poderes terrenales, estaría enterrado en Compostela y, con el tiempo, su memoria habría sido suplantada por la de un Santiago el Mayor, cuyo culto le convenía fomentar a los grandes intereses económicos de la Reconquista.”
Para el escritor y periodista Juan Arias, es incuestionable el influjo y arraigo de del obispo hereje en Galicia, ya que esta tierra “fue bastión de oposición a las medidas tomadas por los poderes contra los seguidores del movimiento priscilianista y contra el propio Prisciliano” y asegura que “se le veneró como santo y mártir una vez que su cuerpo decapitado fue traído a España para ser enterrado donde evangelizó”. En este mismo sentido, Miguel de Unamuno establecía una estrecha relación entre esta figura y el espíritu del pueblo gallego, asegurando que en esa tierra era común el paganismo -fantasmas, ánimas del Purgatorio, agüeros y brujerías-, tal vez por influencia de este antepasado, que señala del noroeste. Determinados representantes de la Iglesia han aceptado la posibilidad de que Prisciliano fuese enterrado en Galicia, pero no en Santiago. [XIV]