Xacopediacompañerismo

Según el Diccionario de la Lengua española, compañero “es la persona que se acompaña con otra para algún fin”. En el caso del Camino de Santiago, el fin es la llegada a la meta de Santiago de Compostela. Por otra parte, las acepciones de compañerismo son “vínculo que existe entre compañeros” y “armonía y buena correspondencia entre ellos”. La palabra viene de ‘compaña’, que etimológicamente significa ‘compartir el pan’.

El compañerismo en el Camino se considera uno de sus elementos definitorios. Es el vocablo que mejor define los sentimientos de intercambio y colaboración solidaria que en él se activan de forma singular.

Frente al término amistad, de gran uso en la ruta jacobea, el compañerismo, sin desmerecer, se adapta mejor al itinerario temporal. La amistad tiene un sentido de permanencia que trasciende a la compañía transitoria, propia de la ruta. La amistad en el camino es intensa, pero en la mayoría de los casos circunscrita al tiempo que dura aquél. Se pierde habitualmente tras la separación motivada por la llegada -aunque en algunos casos quedan amistades para siempre- y permanece el compañerismo vivido: una relación temporal en un tiempo y lugar determinados por una circunstancia que une a los compañeros. Es el fruto nacido de la compañía, su versión más elaborada en clave temporal y espacial. Así debe ser vivido y entendido. Es la representación más elevada y sincera del valor de lo efímero, tan presente en tantos aspectos de la convivencia en el Camino.

En el Camino de Santiago, que como todos los caminos es una metáfora de la vida, se le presentan al peregrino muchas dificultades, ya que, como afirma el Códice Calixtino (s. XII), “es cosa muy buena, pero es estrecho”. Los compañeros de camino, aunque muchas veces no se conozcan con anterioridad, representan para el peregrino el otro bordón en el que apoyarse para superar todas las contrariedades que aparezcan durante el viaje. El bordón que el peregrino recibía al iniciar su andadura era “como un tercer pie para sostenerse” y servía para luchar contra “el diablo tentador del género humano”, pero también como apoyo para defenderse de las penalidades.

El propio Jesucristo fue peregrino y compañero de dos de sus discípulos en Emaús. En la galería norte del claustro del monasterio de Santo Domingo de Silos, está representada la escena y Cristo porta la escarcela adornada con una concha de vieira. Según el Códice Calixtino, se le entregaba el morral sin ataduras al peregrino porque debía “estar preparado para recibir y para dar” y eso es precisamente lo que significa el compañerismo en el Camino de Santiago. La concha de vieira simboliza el deber de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. El Códice Calixtino enseña que “ama al prójimo como a sí mismo el que no hace a otro lo que no quiere para sí, y lo que quiere para sí hace a los demás”. Así pues, los tres principales símbolos jacobeos apelan al unísono al compañerismo que debe existir a lo largo de la peregrinación.

El compañerismo está presente en el mundo jacobeo desde sus raíces. Es la proximidad de la compañía lo que hace más llevadero el camino. El Codex Calixtinus admite y fomenta el compañerismo en la ruta y advierte que “los bienes disfrutados en común lucen más. El peregrino que lleva comida sobrante para el Camino y no la reparte con los necesitados, sino que la vuelve a traer a su casa, temo que se condene como Ananías y Safira”. La comida es, sin duda, una metáfora de que el peregrino ha de compartir con el compañero todo lo que tenga y que el otro necesite, ya sea en forma de bienes materiales como el dinero o la comida o de otro tipo de ayuda más espiritual como la amabilidad, la confidencia, el consejo, el cariño, la amistad, la solidaridad, el socorro ante la adversidad o la comprensión con los defectos de quienes lo acompañan. Es la proximidad de la compañía la que hace más llevadero el Camino. El Codex Calixtinus (s. XII) admite y fomenta el compañerismo en la ruta. En su libro II, que recoge varios de los milagros realizados por el Apóstol para favorecer a sus peregrinos, se pueden ver diversas muestras de este compañerismo, que debe ser el código de conducta de los que debidamente se encaminen hasta su sepulcro.

Los peregrinos que caminan juntos tienen más motivos para la felicidad y agradan al Apóstol, sostiene el Calixtinus. En el milagro IX, se señala, por ejemplo, lo siguiente: “Dicho caballero, alegre en compañía de los demás peregrinos, fue a la basílica de Santiago en tierras de Galicia”. En el XVII, resulta todavía más claro: “Emprendió el camino a Santiago de Galicia con dos vecinos y llevando consigo un burro. Cuando iban de camino, encontraron un mendigo que también iba a Santiago. Lo llevaron con ellos, no sólo por compañía, sino sobre todo por amor al Apóstol, al tiempo que le daban lo necesario para su sustento. Así marchando, hicieron juntos y contentos muchas jornadas”.

Sin embargo, la lección suprema de lo que significa el compañerismo en la peregrinación medieval la ofrece el Calixtinus en el milagro del capítulo IV del mismo libro II. Narra que 30 caballeros de la Lorena francesa se prometieron ayuda mutua y fidelidad antes de iniciar el duro y difícil camino a Compostela. En Gascuña uno de ellos cayó enfermo y los demás, con gran esfuerzo, lo llevaron hasta los puertos de Cize, en los Pirineos, donde cansados y aburridos por el tiempo que estaban perdiendo decidieron abandonarlo. Uno de ellos -justamente el único que no había realizado la promesa al salir- decidió quedarse y acompañarlo.

Ambos lograron hacer un poco más de camino, pero el enfermó murió. Su compañero, lleno de miedo al quedarse sólo en la cima de los puertos y necesitado de ayuda, imploró la protección de Santiago. Éste llegó a donde estaban y en una noche los llevó a los dos hasta las puertas de Santiago. El Apóstol se despidió del peregrino vivo diciéndole que después de enterrar dignamente a su compañero, al ir de regreso, encontraría a los otros peregrinos en la ciudad de León: “Les dirás: puesto que habéis obrado deslealmente con vuestro compañero abandonándole, el santo Apóstol os anuncia por mí que vuestras oraciones y peregrinación le desagradan profundamente”. Cuando su compañero les contó lo sucedido, fueron a pedir perdón ante el obispo y, cumplida la penitencia, acabaron el Camino de Santiago. En Compostela existió la tradición hoy perdida de que el peregrino de este milagro estaba enterrado en una venerada capilla en las inmediaciones de la ciudad.

Dos ejemplos más. En el milagro VI, el propio Santiago muestra su compañerismo con un peregrino que camina a Compostela con sus dos hijos y que por engaños había perdido la yegua en la que los transportaba; se le aparece en el Camino y les presta su asno para que puedan llegar a su destino y regresar después a su tierra. “Y habiendo llegado contento a su patria y bajado del asno a los niños a la puerta de su casa, el animal se desvaneció de su vista”.

En el capítulo XVI, se cuenta que un peregrino había ayudado a cuantos compañeros encontró en su Camino; a una mujer le llevó el morral en su caballo y a un mendigo enfermo le cedió su montura para continuase su viaje a cambio de su bordón. De repente, se puso enfermo y, poseído por los demonios, creyó llegada la hora de su muerte. En el cielo recibe la ayuda de Santiago por sus obras de compañerismo. El mismo Calixtinus anuncia a los buenos devotos de Santiago que encontrarán su compañía en el cielo.

La peregrinación a Santiago culmina, antes de venerar la urna que contiene sus restos mortales, con el rito del abrazo a la imagen del Apóstol que se encuentra en el altar mayor de la catedral. Es el abrazo del encuentro con el compañero al que hallamos al final del Camino, después de todas las vicisitudes de un viaje de redención.

En la actualidad el compañerismo que surge en el Camino es valorado como uno de sus atractivos, tanto por los peregrinos que se dirigen a Compostela por un motivo religioso como para disfrutar del patrimonio cultural, natural y artístico o por otras razones. En 2004, el Camino de Santiago recibió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, entre otros motivos por el compañerismo que lo caracteriza.

Por lo tanto, con el resurgir contemporáneo de la peregrinación, el concepto medieval de compañerismo sigue vivo, adaptado al presente. El Camino actual, ajeno a las penalidades y peligros del pasado, tiene en el compañerismo la expresión de las buenas obras, que encuentran en la ruta un entorno propio y singular. Incluso los peregrinos que buscan hacer el Camino solos acaban, casi siempre, siendo parte circunstancial del vínculo. Porque este surge y termina en la ruta. Lo que pueda venir después será otra cosa. [JS/MR]

V. dit des trois pommes, Le


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