Xacopediabarco de piedra

La tradición jacobea ha mantenido una relación fluida con el mito atlántico de los barcos de piedra. Es una mitología vinculada sobre todo a la cultura oral de raíces paganas y que toma forma en los tiempos remotos del cristianismo.

Mantiene la tradición jacobea más antigua que el apóstol Santiago el Mayor recibió la visita de la virgen María en Muxía, en el actual Camino de Fisterra-Muxía -Galicia- cuando, cansado y triste por la dificultad de su misión evangélica, se encontraba sentado a la orilla del mar. La Virgen apareció en un barco de piedra. Tras su partida, los restos de la nave quedaron en el lugar. Casi dos mil años después el imaginario popular sigue viendo en tres grandes piedras del roquedal marino de la punta de A Virxe da Barca el casco, la vela y el timón de aquella milagrosa nave. Tras el triunfo de la cristianización el lugar se convirtió en uno de los santuarios más populares del noroeste peninsular.

De vuelta a Palestina, Santiago el Mayor fue martirizado hacia el año 44 en Jerusalén, pero sus discípulos, siguiendo supuestamente una tradición que aludía a que los apóstoles de Cristo debían descansar definitivamente en la tierra donde habían sembrado la palabra, resolvieron llevar sus restos al confín occidental de su predicación, lo que coincidía con el actual territorio gallego, el finisterrae del mundo en aquel tiempo conocido. Pues bien, el traslado del cuerpo santo lo realizan, de nuevo según determinadas tradiciones, en un barco de piedra, que navega de manera milagrosa de Palestina a Galicia. Esta versión, que el Codex Calixtinus (siglo XII) no cita, se ha querido relacionar en alguna ocasión con las antiguas naves de cabotaje destinadas al traslado de rocas minerales.

La tradición popular llegó al punto de querer ver en un peñasco existente en Padrón, Galicia, hasta el final de la Edad Media, la nave en la que llegó milagrosamente el cuerpo de Santiago.

El propio Calixtinus, tan dado a proponer y difundir milagros, rechaza esta posibilidad y se limita a decir que se trata de la piedra sobre la que los discípulos del Apóstol depositaron su cuerpo al llegar.

La relación entre el mito de los barcos de piedra y la cultura jacobea ofrece otros ejemplos. Diversos estudiosos se han referido a las líneas invisibles que unen la tradición jacobea y la de San Andrés de Teixido, en el norte de la costa coruñesa. Uno de esos nexos pasa por la leyenda que sostiene que San Andrés, uno de los cuatro discípulos predilectos de Jesús, como el propio Santiago, San Pedro y San Juan, llegó a la rocosa costa del santuario en un barco de piedra. El imaginario popular vio en los acantilados de San Andrés los restos de la pétrea nave del santo. Y este santuario se convirtió, junto con el Muxía, en el gran espacio mítico-devocional del noroeste español.

En el origen remoto de todas estas tradiciones populares tan arraigadas -de la que pervive algún ejemplo más- estaría uno de los mitos de la cultura universal, que relaciona la muerte con el viaje que debe realizar el espíritu del fallecido al más allá. En muchas culturas este mito se representaba como un viaje en barco.

Las culturas prerromanas de las islas de Gran Bretaña e Irlanda y los finisterres atlánticos -Bretaña, Cornualles y el territorio de la antigua Gallaecia- serían la fuente propicia para este mito. El proceso, aún en discusión sobre sus orígenes más remotos -se ha vinculado, como dijimos, con el tráfico de minerales en naves por el Atlántico europeo- pudo partir de litolatría que el mundo atlántico antiguo cultivó. Las grandes piedras eran expresión del espíritu, de la perdurabilidad, de determinadas propiedades mágico-terapéuticas, y también, emulando el mito universal del último viaje, el habitáculo idóneo para la navegación de las almas por las temidas aguas que se extendían más allá del fin de la tierra, hacia la isla de la eternidad, más allá del poniente.

Con la progresiva implantación del cristianismo en estos territorios, la tradición pagana de culto a la piedra -y con ella previsiblemente a los barcos de piedra- sería asimilada y reinterpretada por la Iglesia primitiva. Este proceso se produjo en todos los territorios citados, ya que la tradición de determinados santos cristianos que llegan a la costa en barcos de este tipo está presente, con mayor o menor intensidad, en todas ellas.

Hay ejemplos en Irlanda, Gran Bretaña y el norte de Portugal. El historiador Fernando Alonso Romero estima que la existencia de esta tradición cristianizada se remonta a los siglos VI y VII. [MR]


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