Con Francia e Italia, son los territorios germanos los que desde principios del siglo X enviaron más peregrinos a Santiago a lo largo de la historia. Desde el renacimiento del Camino, en la segunda mitad del siglo XX, Alemania volvió a estar entre las tres primeras naciones con mayor número de peregrinos y caminantes, situándose a mediados de la primera década del siglo XXI como el primer país del mundo en afluencia, a excepción de España. Es también, con Francia, el territorio que ofrece los testimonios más antiguos de la peregrinación compostelana. Hay huellas desde la primera mitad del siglo X, tanto escritas como arqueológicas.
El caso más conocido de estos primeros tiempos se remonta al año 930, cuando un peregrino tullido del sur del país recala en el monasterio de Reichenau y allí explica que había visitado varios santuarios, entre ellos Santiago, donde asegura que recobró la vista. Se conservó el documento con su historia porque el peregrino participa en una famosa disputa sobre los santos más milagrosos. Pero no fue el único caso, ni el más antiguo. Sucede lo mismo con el franco-germano Bretenaldo, localizado en Santiago algunos años antes. Aunque la fecha pueda parecer muy temprana, se han descubierto restos de peregrinos enterrados con conchas de vieira en ciertas sepulturas alemanas que podrían ser anteriores al siglo X.
Existen evidencias de un extendido culto a Santiago el Mayor como mínimo desde el siglo XI, así como conventos dedicados por este tiempo al Apóstol compostelano en lugares como Würzburg y Erfurt. Será justamente este siglo -el XI- el de la gran eclosión de la peregrinación alemana. En 1072 tiene lugar una de las más sonadas: la del arzobispo Sigfrido I de Maguncia, que por diversos motivos no logra completarla. También por esos años peregrina con gran devoción, entre otros muchos nobles alemanes, el conde Eberhard de Nellenburg.
Al mismo tiempo que se multiplican los conventos e iglesias dedicados a Santiago y sus patronatos -los mineros de la Selva Negra lo tuvieron como protector- logra un notable éxito y difusión la leyenda compostelana que narra -Codex Calixtinus, s. XII- la intervención del emperador franco-alemán Carlomagno en la liberación del sepulcro de Santiago en el extremo occidental del mundo y el nacimiento de la Ruta a Compostela. Varios motivos relacionados con esta leyenda, narrada en el libro IV del Calixtinus, decoran el sepulcro de Carlomagno en la catedral de Aquisgrán -Aachen-. Tendrá gran éxito en la Edad Media la difusión de diversos milagros por intercesión del Apóstol que tienen como protagonistas a peregrinos germanos.
Hay testimonio de varias peregrinaciones multitudinarias y de peregrinaciones por mar, sobre todo desde la baja Edad Media. Puertos hanseáticos como Hamburgo y Lübeck estuvieron a la cabeza de este tráfico.
Son también los germanos los que dejaron un mayor número de ritos y costumbres peregrinatorias. Durante el largo viaje era frecuente la interpretación de canciones alusivas a Santiago -jacobslied-. Perviven numerosos ejemplos con letras que expresan una gran devoción jacobea. La ruta que seguían estaba marcada en la Vía Láctea, que llamaban Camino de Santiago. Ya en Compostela popularizaron uno de los ritos más famosos: colocar en sus cabezas la corona metálica de la estatua románica de Santiago situada sobre el Altar Mayor de la catedral. Se conoce como la coronatio peregrinorum -la coronación del peregrino-. Era un gesto de agradecimiento y satisfacción por encontrarse, al fin, y tras tanto esfuerzo, ante el Apóstol. Tenía un profundo sentido espiritual. El peregrino y escritor Arnold von Harff (s. XV) cuenta que este ritual sólo se le permitía a los alemanes como él.
De tierras germánicas llegaron a Compostela muchos miembros de la nobleza durante la baja Edad Media y también gran número de peregrinos de menor consideración social. Algunos de ellos viajaban por delegación. Resultó frecuente el compromiso para peregrinar post mortem. Mantuvieron esta costumbre comerciantes del norte del país, que dejaban ordenado en el testamento la peregrinación en su nombre, y por su alma, a Santiago o Roma, según los casos. En el siglo XV también se populariza la peregrinación penitencial para delincuentes.
Los peregrinos alemanes mantuvieron su frecuencia hasta el final de la Edad Media. Se conservan varios textos -alguno versificado- que a modo de guía aconsejan sobre la manera de realizar la peregrinación y sus recorridos. Sobresale el de Hermann Küning von Vach (s. XV), que describe los itinerarios más habituales en aquel tiempo para, desde distintas partes de Alemania, y a través de Francia, enlazar con el Camino Francés en España.
Dos rutas eran las más frecuentadas: la Niederstrasse -el Camino Bajo-, próximo a la costa y procedente de Aquisgrán, que pasaba por París, Burdeos y Bayona, hasta España y la Oberestrasse -el Camino Alto- más interior, que tenía como principal punto de partida el famoso santuario de Einsiedeln, hoy en Suiza, y marchaba hacia el sur, alcanzando la cordillera de los Pirineos tras pasar por Lucerna, el Ródano, Montpellier y Toulouse. Había, por supuesto, otras rutas y varias alternativas a las señaladas.
También era habitual desde la baja Edad Media, como dijimos, la peregrinación por vía marítima. Hay incluso referencias anteriores de cruzados alemanes que, en navegación hacia Tierra Santa, hicieron escala en las ciudades gallegas de A Coruña y Noia para peregrinar a Santiago.
La identificación de los alemanes con el mundo jacobeo era tan relevante que el famoso astrónomo Martin Behaim (1459-1507), constructor de uno de los primeros globos terráqueos, sitúa en él expresamente la tierra de Galicia y, en ésta, la figura de Santiago.
Sin embargo, desde el siglo XVI se notará la influencia de la Reforma protestante, que condena la peregrinación por innecesaria y por representar una desvirtuación de la fe, al tiempo que en España se toman medidas restrictivas para evitar el tránsito de influencias consideradas perversas. La zona más afectada por las nuevas corrientes religiosas será el norte, en donde la peregrinación a Compostela sufrirá un muy serio recorte.
Es frecuente la representación iconográfica de Santiago en el arte religioso alemán. Se conservan numerosos ejemplos. El experto e investigador alemán Klaus Herbers, autor de la trascripción moderna del Codex Calixtinus, señala que la escultura de Santiago más antigua es del siglo XIII. Se conserva en Wasserburg am Inn. Santiago aparece representado “con sombrero, bordón y morral adornado con vieira”. La Legenda aurea (s. XIII), en la que el italiano Iacopo de Varazze construye una extensa hagiografía del Apóstol, inspiró diversos retablos.
En la literatura en latín y en alemán medio-alto tuvo resonancia la peregrinación jacobea a través de las canciones y la música popular. Hasta en el popularísimo himno al Apóstol Dum paterfamilias -Codex Calixtinus- las palabras herru Sanctiagu, del alemán hêrre: señor, patrón y got: bueno, denotan la influencia germana, que Ferreiro Alemparte relaciona con la popularización de los jacoblieder -canciones jacobeas alemanas-.
A pesar de la decadencia del universo jacobeo medieval, que nunca dejó de contar con caminantes alemanes, J. W. Goethe (1749-1832), seguramente siguiendo a su corazón profundamente europeísta, habría aludido a las peregrinaciones medievales como germen de Europa.
A la hora del renacer del santuario compostelano, un lento despertar propiciado por el redescubrimiento en 1879 de las reliquias del Apóstol, los alemanes volverán a situarse los primeros, junto con los ingleses, en la reactivación de las peregrinaciones extranjeras ya desde las décadas finales del siglo XIX. Destaca la realizada por un grupo de bávaros en el Año Santo compostelano de 1909, que tuvo una gran repercusión en Santiago. Y serán los alemanes los que, tras la II Guerra Mundial, estarán entre los pioneros que reabren -y ya para no detenerse- el Camino de Santiago, cuando menos desde el Año Santo de 1954. Algo atávico se esconde en el pueblo germánico en su relación con Santiago. El idioma alemán contiene, según algunos estudiosos, unas cien palabras relacionadas con el Camino jacobeo.
Robert Plötz, uno de los principales expertos alemanes en la Ruta Jacobea, que descubrió con una primera peregrinación en 1967, es un ejemplo de la pujanza germana actual. Preside la Sociedad Alemana del Camino de Santiago -Deustsche Sankt-Jakobus-Gesellschaft-, fundada en 1987, que ha llegado a alcanzar los 3.500 socios y cuenta con un consejo científico dedicado desde hace varios años al estudio de las rutas de peregrinación en el país. Es sólo una muesra, aunque destacada, del activismo jacobeo alemán. Robert Plötz es asimismo un ejemplo de como se están investigando en el país los más diversos aspectos de la cultura jacobea -arte, arqueología, tradiciones, ritos, literatura, música, rutas-.
Las asociaciones alemanas -veinte en 2009- realizan abnegada labor de atención a los peregrinos, facilitándoles documentación e información y resolviéndoles todo tipo de dudas. También atienden albergues y lugares de acogida.
Un inusitado fenómeno reciente, el del escritor y humorista de televisión Hans P. Kerkeling, autor de un diario de peregrinación en clave desenfada, publicado en España con el título de Bueno, me largo (2009) y que logró estar en la lista de libros más vendidos en Alemania durante meses, evidencia la intensa relación germana con Santiago. Kerkeling realizó la peregrinación desde Saint-Jean-Pied-de-Port, Francia, en 2001 y publicó su libro en 2006. Apóstata de la Iglesia católica, le cuesta explicar lo que lo llevó al Camino.
Los peregrinos que más crecieron en los últimos años en la Ruta fueron los alemanes. Pasaron de algo más de ocho mil en el año 2006 a casi dieciséis mil en 2008, según datos de la Oficina del Peregrino de la catedral de Santiago. Es constante, asimismo, el flujo de turistas y peregrinaciones procedentes del país, especialmente durante los años santos. [MR]