Xacopediamar, peregrinación por

Se entiende por peregrinación marítima aquella realizada en su mayor parte en barco. Las peregrinaciones a Santiago por mar existieron casi desde su origen, pero tuvieron relevancia, sobre todo, en los siglos XIV y XV, procedentes de la Europa atlántica y del norte. Fueron muy significativas. El propio Apóstol llegó, según la tradición, en barco a Galicia.

Entre los siglos IV y VIII, es decir, mucho antes de que se descubriera la tumba apostólica y de que se fomentara el fenómeno de las peregrinaciones a Compostela, ya eran conocidas en Occidente las noticias sobre la evangelización de Santiago en tierras hispanas y el traslado en barco a Galicia de su cuerpo santo por sus discípulos desde el puerto palestino de Jaffa. La leyenda de la aparición de la Virgen a Santiago en Zaragoza era conocida y transmitida oralmente por los pueblos de Hispania y favoreció el hecho de que ciertas iglesias locales reclamasen para sí una predicación de Santiago con ocasión de su viaje por tierras hispanas.

También cuenta la leyenda que, cuando Santiago predicaba en Muxía y Fisterra, se le apareció la Virgen, que venía por mar en una barca de piedra gobernada por los ángeles. Como testigos de estos hechos legendarios están la piedra de Abalar, que representa la barca en la que llegó la Virgen para animar a Santiago, y la piedra de Os Cadrís, que simboliza la vela. Según Vicente Risco, la leyenda dice que debajo de la de Os Cadrís se encontró una imagen de la Virgen que fue llevada a la iglesia parroquial, pero que volvió milagrosamente al lugar donde había aparecido, por lo que se levantó allí el santuario de A Virxe da Barca, al que acuden multitud de romeros.

Desarrollo y consolidación//// En el siglo XIII, el viaje marítimo floreció con la expansión de la economía en Europa. Los peregrinos escandinavos, flamencos, escoceses, irlandeses y, sobre todo, los ingleses aprovechaban los viajes comerciales o de barcos de mercancías para trasladarse a estos puertos de Galicia y, desde allí, iniciar su peregrinación a Compostela para venerar la tumba del apóstol Santiago. Ya en el capítulo XVII del libro I del Códice Calixtino se cita, entre los muchos peregrinos que llegaban a Santiago, a los “normandos, escoceses, irlandeses [...], los ingleses, los bretones, los de Cornualles, los flamencos, los frisones [...]”.

Aunque la principal vía de entrada era el puerto de realengo de A Coruña, también llegaban por vía marítima a Ferrol, Ribadeo, Muros, Noia, etc. En 1217, partió de Rotterdam, con dirección a Inglaterra, una escuadra que se dirigió luego al puerto coruñés para visitar el sepulcro apostólico antes de participar en las cruzadas contra los musulmanes.

En el siglo XIV, el puerto de A Coruña se consolidó como la principal vía de entrada de los peregrinos que venían por mar a Galicia, sobre todo porque las rutas terrestres europeas se habían vuelto lugares inseguros para los caminantes debido a la Guerra de los Cien Años (1337-1453). A través de salvoconductos colectivos o individuales, la seguridad de los peregrinos estaba garantizada. Además, la floreciente actividad económica en muchas ciudades portuarias inglesas, como Bristol, Southampton o Phylmouth, y en otras como Londres, contribuyó también a que muchos de los barcos que transportaban mercancías incluyesen en su pasaje a viajeros que se dirigían a Compostela.

El transporte de peregrinos se convirtió en un negocio lucrativo para los armadores y patrones de los numerosos puertos del sur de Inglaterra desde los años sesenta del siglo XIV, no solo por los pasajes que cobraban a estos peregrinos, que también comerciaban abiertamente, sino también porque las licencias y salvoconductos que llevaban les permitían continuar con unos intercambios -paños ingleses a cambio de vino gallego- en los que ambos estaban muy interesados. Los peregrinos realizaban así una parte de su viaje por mar y la otra, a pie.

Aunque había tres rutas marítimas fundamentales para llegar a Santiago de Compostela, la principal es la que va por el Atlántico, desde Inglaterra hasta los puertos gallegos de A Coruña y Ferrol. El viaje era largo y a veces presentaba complicaciones, pero parecía más seguro que el tránsito por países involucrados en conflictos bélicos. En esta centuria, Geoffrey Chaucer, en uno de sus Cuentos de Canterbury, relata la historia de una mujer aventurera que había visitado las ciudades santas de Jerusalén, Roma y Santiago, además de otras como Bolonia y Colonia. La segunda ruta llevaba a los peregrinos hasta Burdeos, desde donde seguían a pie hasta Bayona y continuaban por el Camino del Norte o bien por Saint Jean-Pied-de-Port, por el Camino Francés. La otra ruta llegaba hasta Calais o Boulogne y por París seguía la llamada Vía Turonense.

La fama de santuario milagroso que tenía la basílica que albergaba los restos del apóstol Santiago y la concesión por parte de la Iglesia de numerosas indulgencias movieron a muchos fieles ingleses a peregrinar a Santiago e incluso las propias parroquias llegaron a contratar estos viajes colectivos en barcos. Desde la firma del Tratado de Brétigny en 1360, la Corona de Inglaterra dispensó a estos nuevos barcos que ya no transportaban mercancías los oportunos permisos para que pudieran llevar a Galicia a los peregrinos. Entre finales del siglo XIV y principios del XV se especializaron en este negocio algunos puertos del suroeste, como Plymouth, donde había armadores que adquirían licencias de la Corona para llevar un cierto número de peregrinos, entre treinta y ochenta, aunque algunos acababan transportando a más de cien.

Hasta el sepulcro apostólico llegaron ingleses de todos los extractos sociales, pero por la importancia de su actividad diplomática podemos destacar el viaje de John de Gaunt, hijo de Eduardo III (1327-1377) y esposo de Constanza, hija y heredera de Pedro I de Castilla (1350-1369), llamado el Cruel. Años después del asesinato de su suegro emprendió una expedición a Castilla para luchar por recuperar el trono para su mujer. Peregrinó a Santiago en 1386 mientras estaba luchando en España, y firmó el tratado de Bayona dos años más tarde con el entonces príncipe de Asturias, Enrique III de Trastámara (1390-1406), que se casó con su hija Catalina. Así, renunció a sus derechos dinásticos, lo que permitió establecer la paz entre Inglaterra y Castilla. En su negociación con Enrique III de Trastámara consiguió que se garantizase una protección especial para los peregrinos jacobeos.

 

Peregrinos y comercio//// Este importante flujo humano hacia las costas gallegas obligó a la Corona de Inglaterra a extremar las medidas de control y vigilar con celo las licencias y salvoconductos que concedía, para poder limitar la evasión de capitales y objetos de valor, y garantizar la seguridad del reino por la posible salida de espías que pudieran proporcionar información estratégica a los países enemigos. A pesar de los rigurosos controles, la salida de capital era inevitable, ya que el viaje y la estancia en Galicia obligaban al desembolso de importantes cantidades de dinero.

Los ingleses llegaban con su moneda a Santiago, como lo prueban las piezas numismáticas de los siglos XIV y XV encontradas en las excavaciones de la catedral de Santiago y en otros lugares, como Betanzos, por los que atravesaba el Camino Inglés.

Es curiosa la existencia de un salvoconducto que el rey Enrique IV de Inglaterra (1399-1413) les entregó en 1411 a cuatro comerciantes normandos, que los facultaba para transportar hasta los puertos de Galicia una determinada carga destinada al comercio y, además, a doscientos peregrinos.

La literatura odepórica recoge la experiencia de William Wey en su relato Itinerarium peregrinationis. Este peregrino inglés fue a Plymouth para buscar un barco que lo llevara a Galicia y pudo elegir el Mary White, entre otros seis que esperaban en ese puerto. Desde allí partió el 17 de mayo de 1456 y llegó al puerto de A Coruña el 21 de ese mismo mes. Visitó la tumba del Apóstol en Compostela y ya estaba de regreso en A Coruña una semana más tarde. Tuvo que esperar hasta el 5 de junio para emprender el viaje de vuelta a causa del mal tiempo y el 9 de ese mismo mes ya había llegado a Plymouth. Muchos peregrinos realizaron una experiencia similar. William Wey dice en su relato que cuando llegó al puerto de A Coruña había 32 barcos ingleses, aunque la Corona de Inglaterra sólo había concedido 19 licencias para aquel año, lo que podía indicar que el número de peregrinos reales que venían de estas tierras debía de ser mucho mayor que el reconocido oficialmente. Cuenta, además, que había en el puerto coruñés otros 52 barcos procedentes de diversas naciones del noroeste de Europa.

Expansión a partir del siglo XV//// Los años en los que está documentada una mayor afluencia de peregrinos que llegaban por el océano Atlántico a Galicia para hacer el Camino de Santiago fueron el de 1428, en el que partieron de Inglaterra al menos 57 naves, con 3.755 peregrinos, y 1434 –que pudo ser uno de los primeros años jubilares compostelanos de la historia-, en el que vinieron a Galicia 64 barcos ingleses que transportaron a 3.150 peregrinos. Estos datos son los recogidos en la documentación oficial conservada, que no está completa, pero lo más probable es que por otros medios llegaran también por mar muchos más devotos para realizar a pie la Ruta Jacobea. El profesor Díaz y Díaz asegura que “se calcula, a partir de los registros reales de salvoconductos, que sólo en los años santos de los siglos XV y XVI peregrinan unos 25.000 ingleses, que nunca constituyeron el grupo más numeroso. En su largo caminar a Santiago fueron dejando todos los peregrinos retazos de su vida, a veces la vida misma. Pues se entendía y aceptaba que el Camino era sufrimiento”.

Un documento, fechado en 1456, habla de la donación a la catedral de Santiago de Compostela de un retablo de la vida de Santiago por parte del peregrino John Goodyear, párroco de Chal, en la costa sur de Inglaterra, que debió de ser traído desde los puertos de Southampton o Bristol. En este retablo, conservado en el Tesoro de la Catedral, se representan las escenas de la llamada de Cristo a Santiago y a su hermano Juan para que se unieran al grupo de sus discípulos, la misión apostólica del santo, la predicación del Apóstol, el martirio por mandato de Herodes y la translatio del Cuerpo Santo a Galicia.   

Un nuevo impulso que ayudó a consolidar la importancia de las rutas ultramarinas de los Caminos de Santiago fue el decreto promulgado en 1478 por el papa Sixto IV, en el que se citaba a Jerusalén, Roma y Santiago como los tres centros principales de peregrinación del cristianismo, por el que se dispensaba un voto en favor de las peregrinationes ultramarinae, et visitationis ad liminum Apostolorum Petri e Pauli, in Compostella.

Las peregrinaciones marítimas vivieron momentos de esplendor durante el siglo XV y en los primeros años del XVI. Sin embargo, un acontecimiento inesperado puso fin a este periodo álgido. Las desavenencias del rey Enrique VIII de Inglaterra (1509-1547) y su esposa, la española Catalina de Aragón, hicieron que el arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, en 1533, declarase nulo el matrimonio y legitimase la boda entre el rey y Ana Bolena. El papa respondió al desafío con la excomunión del monarca y al año siguiente el Parlamento inglés confirmó al rey como cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra. Todo ello trajo consigo la separación de los ingleses de la Iglesia católica, la persecución de los disidentes y el declive definitivo de la afluencia de peregrinos llegados desde allí. Desaparecieron, en primer lugar, los grandes contingentes de devotos ingleses, que arribaban por mar al puerto de A Coruña, y también en notable proporción los grupos de alemanes, gentes humildes en su mayoría, que, según las fuentes, pedían limosna cantando. Los recelos y desconfianzas de la Inquisición contribuyeron también al declive y debilitaron durante mucho tiempo la dimensión europea de la peregrinación marítima a la tumba apostólica, que sufrió una profunda recesión, como la peregrinación en general.

Otras consecuencias//// Como consecuencia de la Reforma anglicana y de la persecución del catolicismo resistente en Inglaterra, se destruyeron muchas obras de arte religioso que había en los templos, por lo que comerciantes, hombres piadosos o tratantes de arte trajeron a Galicia piezas inglesas para salvarlas y para que pudieran seguir siendo veneradas en otras tierras. Esto sucedió a raíz del edicto de 1550, por el que los más recalcitrantes reformadores protestantes pusieron en práctica la masiva destrucción de imágenes, con la consiguiente y dramática merma del patrimonio del país. Galicia atesora imágenes, relieves sueltos y conjuntos de relicarios muy notables, que delatan la extraordinaria incidencia de la escultura inglesa en alabastro y madera. Un gran número de barcos ingleses arribaban cada año al puerto de A Coruña y traían obras de arte gracias a que las reducidas dimensiones de las piezas facilitaban enormemente su transporte.

Entre estas imágenes podemos citar las tallas en madera de Nuestra Señora la Inglesa y de Santa Ana enseñando a leer a la Virgen, que fueron vendidas en el puerto de Ferrol, más tarde llevadas al monasterio de San Martiño de Xubia y luego donadas a la catedral de Mondoñedo, donde hoy se veneran. También vino con ellas una imagen del Crucificado, que actualmente se aloja en la iglesia de Santa María de Neda. Asimismo, se conservan una Virgen inglesa en madera y un relieve de alabastro en el que se representa la escena de la Natividad y la Epifanía en el monasterio de San Martiño Pinario, una estatua en alabastro de Santa Catalina en el Museo Provincial de Lugo y un relieve en alabastro de la Trinidad en el Museo Provincial de Pontevedra, entre otras muchas piezas.

Una leyenda cuenta que una imagen de la Virgen del Rosario fue arrojada al río Támesis, en Londres, para que no fuera destruida y que desde allí llegó flotando a Galicia y fue venerada en la iglesia conventual de San Domingos, en Viveiro.

En 1669, el príncipe Cosme III de Médicis concluyó su segundo viaje por Europa con la visita a la tumba del Apóstol en Santiago de Compostela, a través de la ruta del Camino Portugués. Desde Compostela se dirigió al puerto de A Coruña, por el trazado del Camino Inglés, para hacer por mar el viaje de regreso. Las relazioni de Lorenzo Magalotti, Filippo Corsini, Jacopo Cinti y Giovambattista Gornia y las láminas de Pier Maria Baldi así lo atestiguan.

Otra de las peregrinas ilustres que llegó por mar a Galicia y visitó la tumba del apóstol Santiago fue la reina Mariana de Neoburgo. Sobre este viaje se realizaron también muchas relaciones de sucesos, hoy conservadas en diferentes bibliotecas de Madrid, Lisboa, Barcelona y Santiago de Compostela.

Aunque estaba previsto que la reina llegara a España por Santander, hubo que cambiar los planes y trasladar el desembarco al puerto de A Coruña, pero una fuerte tormenta obligó de nuevo a variar el recorrido y atracar el barco en la ría de Ferrol.

El 16 de abril de 1690 la reina entró en la catedral de Santiago bajo palio y visitó la tumba del Apóstol. Según cuenta Diego de Muros, “en el momento en que la reina admiraba el Botafumeiro, este se soltó y fue a caer a sus pies, sin causar daño a nadie”. Los siglos XVII y XVIII fueron de una decadencia casi total de las peregrinaciones por mar, pese a la llegada esporádica de visitas destacadas como la citada.

Resurgimiento en el siglo XX//// El puerto más relevante de Galicia en el que desembarcaban los viajeros procedentes de Inglaterra -los principales peregrinos marítimos- fue A Coruña, por lo que la ruta consiguiente se ha denominado Camino Inglés. En otros puertos gallegos también hubo desembarcos esporádicos. Es el caso de la ciudad de Ferrol, actualmente el principal punto de partida de los peregrinos que realizan el trazado terrestre del Camino Inglés. También se dirigían para realizar el Camino hacia Compostela los habitantes de la llamada Mariña Alta, que comprende los municipios de Ortigueira, Cedeira, As Pontes de García Rodríguez, As Somozas, Valdoviño e, incluso, Viveiro. Los viajeros llegaban también por mar a Ribadeo y a otros puertos próximos y desde ellos realizaban su romería a través del llamado Camino del Norte.

Desde principios de los pasados años noventa la peregrinación por mar ha comenzado a recuperar poco a poco su presencia. A los puertos de A Coruña y Ferrol han llegado barcos con peregrinos procedentes, en su mayoría, de Reino Unido, Irlanda y Francia. En todo caso, sigue siendo infrecuente. [JS]


¿QUIERES DEJAR UN COMENTARIO?


**Recuerda que los comentarios están pendientes de moderación